Patxi en la marmolera, donde, en 2001, sólo pensaba en el mármol que cubriría a los despeñados por ahí...
Asun agitó los brazos en la cima central. No quiso saber nada de las corrientes de convección...
Cresteando. Al fondo se dibuja el perfil del Midi Ossau.
Cresteando. Al fondo, el Balaitús.
El martes 21 de julio volví a los Infiernos. Dante me disculpará, pero son tres: Occidental, Central y Oriental. Y no se baja a los Infiernos sino después de ascender. Subí en 2001 con Patxi y Lucía; subí en 2008 con mi padre. En esta ocasión subimos Asun, Karmele, Patxi y yo. Bajé en las tres ocasiones.
Con el descenso de los Infiernos terminó la seguidilla montañera en las que he pasado una semana feliz con amigos, con hitos modestos (Entrepuertos o San Andrés) o tresmileros como el Tallón o Vignemales varios (Cerbillona, Central, Pitón Carré…).
Ya avisé hace días que en las montañas se agazapan (y saltan) pensamientos filosóficos. Así que permitidme, ya que regreso de los Infiernos, una tontería: “Volveré”.
Ayer, cuando comía fresas silvestres y las primeras frambuesas de la temporada en la llegada a la represa de la Sarra, pensé en que la dichosa frase más repetida del cine, “Vámonos de aquí”, tiene su réplica en el grave “Volveré” (acordaos de Terminator). El “Volveré” es eminentemente masculino. Las mujeres apenas dicen “Volveré” en el cine, eso queda para el macho machote, para el que se va. Ellas se quedan. Quizá por eso, en el cine, el hogar debería ser femenino, como la casa.
2 comentarios:
Veo tu sonrisa cuando alguien, enfadado contigo, te mande al infierno.
Sergio, dice mi madre que de tanta montaña me van a salir pezuñas... Todo va encajando, je.
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