jueves, marzo 29, 2012

29 M, las redes sociales no hacen huelga

Meto un interrogante en el buscador de google.es
 ¿
Antes de poder escribir más, aparece el surtido de los interrogantes más frecuentes [sic]:
¿que significa mi nombre
¿quién quiere casarse con mi hijo
¿por qué
¿qué es el amor
¿como saber si le gustas a un chico
¿donde está mi agua
¿donde dejaste el sostén miley
¿cómo vivir en la tarea cotidiana los contenidos esenciales de la nueva evangelización
¿cuando empieza la tercera temporada de los protegidos
¿a quién ama gilbert grape

(Responder a estas preguntas podría ser el único trabajo de este blog durante años).
La verdad, iba a buscar los horarios de los servicios mínimos del tren de cercanías en San Sebastián (30%). Y entonces me he parado a pensar: la telefonía, Facebook, Twitter, Tuenti... ¿Hacen huelga, tienen servicios mínimos? ¿Cómo será un piquete informativo por teléfono móvil? (Y, ya puestos..., quién es gilbert grape?). En fin, pensaba en aquellas épocas de la red ferroviaria y éstas de las redes sociales. Y me tocaba aceptar que, yo, como bicho de otro siglo, estoy marcado por los compases de los servicios mínimos.

martes, marzo 27, 2012

Beleku, Gaiñeta, Malkorri y Uarrain: el circo de Gañeta y el regreso de Ángel el montaraz

 Llegada a Beleku, al fondo Txindoki.

 En Uarrain. Muy rico todo.
(Fotografía de Pilar). 

El descenso (libre).

El domingo 25 de marzo, Koro, Pilar, Susana, Ángel, Imanol y yo celebramos la llegada del verano en plena despedida del invierno, el regreso de Ángel a la montaña (después de un retiro rodillosamente forzoso), y un almuerzo cimero en Uarrain con los tintos Alate (kosher navarro) y Habla del Silencio..., revuelto setero (hongos, gibelurdiñas y zizas), queso, chorizo, jamón..., y hasta fresas, licores caseros y café. La verdad, después hubiéramos celebrado incluso el nivel alto de polen de aliso.
Salimos de Aralegi y nos encaminamos hacia Enirio. Un poco antes de llegar a Enirio rumbeamos hacia Pikueta e iniciamos una ascensión tranquila al punto medio entre Kilixketa y Beleku. Desde Beleku (1.256), enlazamos las cimas del circo de Gañeta: Gañeta (1.323), Malkorri (1.329) y Uarrain (1.346). Después del almuerzo, descendimos hacia Enirio por la ladera sudoeste. Y de nuevo pista a Aralegi.

P.D.: Prólogo y epílogo en la cafetería de Lazkao.

Tutturre, Alborta y ¡Aizkorri!

El domingo 18, Pilar y yo subimos Tutturre (1.282), Alborta (1.228) y ¡Aizkorri! Esta última es una cima menor, sin buzón, en el Realengo, el gran hayedo del Aralar navarro. Guardo muchas sorpresas por esos parajes para visitas futuras. Será en mayo y será en julio, micológicamente hablando.

Fotografía de Pilar.
Cima de Aizkorri, en el Realengo, Navarra. Como se ve, uno ya tiene edad de paraguas, de sentada sobre el cojín del musgo y de cimas sin buzón (cualquier día empiezo a colocarlos en esos altos secundarios que exploro huyendo del ruido montañero).

miércoles, marzo 21, 2012

Troskaeta para niños de todas las edades

El sábado 17 de marzo organizamos una expedición para niños con edades comprendidas desde los 8 hasta los... en fin, digamos que menos de 50. El objetivo: Troskaeta (cueva) y Araztortzekogaña (cima). Juntamos las tropas  en el barrio de San Martín, en Ataun, y desde allí fuimos motorizados en dos coches hasta el collado de Aralegi (617), donde muere la carretera y arranca la pista hacia Enirio. Es la ruta más cómoda de acceso a la cueva, porque tiene poco desnivel y porque la subida por el cementerio de Ataun se ha convertido en un fangal en tiempo de talas y entresacas
Y allí fuimos, como se suele decir, tan campantes por los campos: Asun, Imanol, Carlos y Miguel y Lucía, Sergio y Asier, y yo.
Sergio ya ha escrito la crónica; así que aquí reúno algunas imágenes (haced clic sobre ellas si queréis que crezcan) y sus notas.


  

1. En marcha por la ladera norte de Arastorzekogaña. (Fotografía de Sergio).
2. La boca de entrada a Troskaeta.
3. Padre e hijo marcados por el signo de la victoria en la escala metálica. (Fotografía de Asun)
4. La mirada se orienta con la linterna de CSI  y Sergio demuestra su manejo del "Potochop". Es cierto que Imanol (el autor de la fotografía) estuvo, no que exista esa pintada de humo.
5. La escala vista desde arriba.
6. El batfotógrafo en acción.
7. Aprovechando (que es gerundio) la cuerda fija instalada en la cueva. Descendedor en descenso...: qué útil la cuerda para controlar patinajes. (Fotografía de Sergio).
8. Dos niños avanzan por un túnel cómodo, ¡vamos por la cuevita, tralarilarita!
9. ¡Oh...! ¡Cuántos aragonitos! Y qué pendiente... (Fotografía de Imanol).
10. Aragonito (de Aragón y pequeñito, decía el viejo chiste).
11. Contemplamiento (contemplación de aragonitos y estiramiento de abductores).
12. En el lago final, se ve con claridad la línea que marca el nivel normal del agua. Año seco, seco, seco (para leer cantando con música de Carrascal, Carrascal, qué bonita serenata).
13. Cuando el almuerzo se convirtió, casi, en merienda. Esperabamos que la exploración de Troskaeta nos ocupara una hora, pero con las revueltas, hallazgos, búsquedas, tensiones, emociones..., pasamos casi tres horas. (Fotografía de Sergio
14. De nuevo en Aralegi. No habíamos subido a Araztortzekogaña (813), una retirada en la carrera de los ochomiles (en decímetros) que exige reparación, ¡por nuestro honor montañero! En cualquier caso, allí olía a...¡victoria! (Fotografía ¡sin manos! de Sergio).


lunes, marzo 19, 2012

Gazume y Sagain Zelaia

El domingo 11 de marzo, Asun, Pilar, Álvaro, Imanol, Patxi y yo redesayunamos en Asteasu y salimos del caserío Intxausti, donde muere uno de los ramales del asfalto del barrio de Errekaballarra y la PR-GI 76 se convierte en senda montañera. La ruta, como tantas otras de estas laderas de la zona norte del macizo de Hernio, ofrece un paisaje original con algún farallón calizo, hayedo, roble americano y una calzada bien trazada. Llegamos al paraje de Sagain Zelaia y seguimos la ascensión directa a Gazume. La cima no ofrecía demasiadas vistas con la niebla, pero sí una exageración pequeña (suficiente) en el buzón que marcaba 1.003 m de altitud en la cumbre de 997 m. A ver, ¿qué son seis metros comparados con el amor de una madre?; y si por seis metros entramos en el selecto Club de los miles de Guipúzcoa...

Niebla en Gazume.

De Gazume bajamos a Sagain Zelaia. La entrada de la cueva, como se ve en la fotografía, empieza con una dolina.
 

En nuestro caso, la visita había comenzado con un almuerzo previo. Luego, caminamos por el túnel amplio de casi doscientos metros de longitud (medido a ojímetro) siguiendo el curso descendente de un hilo de agua. Después gateamos, saltamos, entretuvimos la mirada con los murciélagos de herrradura...

 
Contactos en tercera fase.

 
Gateando con guantes ochenteros.

Nos contorsionamos, zigzagueamos, imitamos el paso del oso, gateamos de nuevo... hasta alcanzar la Gran Sala. Con  nuestros frontales (tan macanudos como limitados) no alcanzamos a ver la perspectiva completa de la Gran Sala, que está muy inclinada y con bloques enormes desprendidos del techo. Subimos hacia el norte de la Sala (arriba, a la derecha, según se accede) a la zona conocida como El Bosque, que en algunos lugares figura como la sala Stars Wars. El panorama de estalactitas era precioso.


 

Cuando salimos a la luz del día, habían transcurrido dos horas intensas. Fuera velaban  Pilar y Patxi, en esa labor nunca bien ponderada de vigilancia, campamento base y previsión.
Volvimos a Asteasu por una variante de la misma PR para alcanzar los coches aparcados en Intxausti.

miércoles, marzo 14, 2012

Encarri(he)lado

Encarrilado y helado, pero no llevo raquetas (nieve dura) ni calzo esquís. (¿Las huellas de los esquís de fondo no parecen la sombra de un tendido eléctrico?). El 9 de marzo, camino lanzado en una travesía solitaria de Guardetxe a Amezketa, pasando por Igaratza (fuente congelada), Pardarri (1.393m), donde el viento del norte hace llorar hasta con las gafas puestas (trato de sobreponerme, pero si Putin no pudo...: aquí, aquí, aquí). Bajo al collado de Irazusta, la fuente de Alotza está sepultada por la nieve; sigo el descenso hasta Oria iturri, donde sacio la sed. Paso al correcamina por Larraitz y llego con tiempo para subir al autobús de las 15,20 en Amezketa rumbo a Tolosa.

lunes, marzo 12, 2012

Uzturre y Loatzo

El 3 de marzo, desde Anoeta, subo a Uzturre por un camino que merece la pena, sobre todo, por el hayedo del tramo final, cuando uno vislumbra el balcón de la Cruz de Uzturre sobre Tolosa. Mirad, mirad...


 Después de alcanzar la fea y buzonada (cuatro) cima de Uzturre (730) sigo en dirección este (el cordal Uzturre Ipuliño) un trecho corto: en cuando se baja un poco, en una pradera mínima, se encuentra un hito de piedras, ahí giro a la izquierda y retrocedo bajando por el hayedo norte de Uzturre hasta la base de la subida precedente. Luego, sigo PR hasta el collado de Artxipiaga para llegar en un pispás a la cima de vacas de Loatzo (635). Este monte modesto me parece perfecto para meriendas con niños (de cualquier edad), con un refugio muy bien cuidado que dispone hasta de parrilla. Desciendo hasta Alustiza (restaurante los fines de semana).

 
El juego, ¿cuántas ranas (bermejas) y renacuajos ves?

Poco antes de llegar al caserío, bebo agua en la fuente y me distraigo con las ranas y los renacuajos del abrevadero. Desde allí, por pista cementada, bajo hasta un arroyo en el barrio de Etxeartea, antes de subir a Amasa, y sigo la pista de la regata para llegar a Villabona. Café, brioche, a casa.

sábado, marzo 10, 2012

Cambiar de idea

A cierta edad lectora (los 25, los 35, los 45, los 55, los 65...: hala, provocando la rima fácil), uno empieza a tener dificultades para encontrar cuentos o novelas que colmen sus aspiraciones. Entonces los ensayos aparecen como tabla-libro de salvación. Y pienso en los libros de ensayos como algo de límites muy flexibles. Ahí incluyo obras tan dispares como Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de Foster Wallace; Cómo estar solo, de  Franzen; Misterio y maneras, de O'Connor; La felicidad de los pececillos, de Leys; El infierno imbécil, de Amis; La confesión: género literario, de Zambrano; Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental, de Auerbach; Seis propuestas para el próximo milenio, de Calvino; Como una novela, de Pennac...
Si se puede hacer un paralelismo entre la literatura y la cocina, para mí, los libros de ensayos que reflexionan sobre el hacer literario (escritores que se meten a explicar cómo escriben, que tratan de hacer comprender sus lecturas de obras ajenas, incluso que tratan de comprender la realidad al borde del reportaje) son lo más parecido que encuentro a los libros de recetas de los chefs. Para lo bueno y para lo malo.
Mucha gente elige a Arguiñano como su favorito en la pléyade cocinera porque cuenta chistes (con gracia),  no usa ingredientes raros en su cocina y prepara raciones generosas. Y precisamente echo en falta esas cualidades de Arguiñano en muchos libros de ensayos: prosa sosa, sin gracia, enrarecida por la bibliografía o las referencias inalcanzables, y que, además, dejan al lector con hambre, con ganas de más (un buen libro de ensayos no empacha, pero sacia lo suficiente).
Cambiar de idea, de Zadie Smith, tiene chispa, es accesible y satisface el apetito del lector con un menú variado. Me quedo con sus reflexiones en el proceso de escritura de sus novelas, con la inteligente defensa de la literatura de calidad al margen de etiquetas, con su crónica en Liberia y con su lectura de Nabokov. Leía Cambiar de idea y pensaba en las personas a las que tengo que hacer llegar cada ensayo: Beatriz, Beatriz (no hay repetición de persona), Marta, Ander, Antonio, Paco... Porque la buena comida es, por definición, compartida.

jueves, marzo 08, 2012

Ojos que no ven

Cuando leí el título de la novela de José Ángel González Sainz, me brotó un pensamiento que casi verbalizo: "¡Gabardina que te roban!". Algo que mi madre añade sin pensar en lugar del "corazón que no siente" (o "mierda que pisas").
Pero me enderecé de modo inconsciente con la cita previa de Faulkner:
"Se nos ha escurido el espinazo; hemos decidido que un hombre ya no necesita espinazo; tenerlo está pasado de moda. Pero el surco donde estaba el espinazo sigue estando ahí, y el espinazo lo conserva vivo, y algún día vamos a escurrirnos otra vez metiéndonos en él. No sé bien cuándo ni cuánto retorcimiento nos va a costar aprenderlo, pero algún día."
 Ay, ay, ay... Había tocado hueso.
Ojos que no ven tiene mucha explicación aquí (leedla y me ahorro repeticiones), pero en mi lectura es una novela que trata lo que significa ser padre y, a un paso, lo que significa comprender la realidad (sé que acabo de dejar una idea muy abierta). Y queda en mi memoria la relación del personaje (Felipe Díaz) con los dos hijos (Juan José y Felipe), y con los caminos (que es "integración" hacia la huerta, o de vuelta de ella; camino que es "aclimatación" del hombre orillado en el arcén de carretera de camino a su trabajo diario en el País Vasco).
 ETA aparece en la novela como el detonante de la quiebra de un esposo y, sobre todo, de un padre. Por pedir la libertad de un secuestrado se enrarece la relación con su esposa (Asun) y se enfrenta a mucha gente. El personaje insiste en un valor fudamental que guía su comportamiento, un límite: el respeto al otro, al prójimo, a la vida.
Dos pegas (muy personalizadas):
El ritmo lento de la prosa (aquí están las 29 primeras páginas) me cansa con la reiteración de comparaciones e imágenes que llegan al exceso; por poner un caso carroñero: el ejemplo de los buitres y los alimoches para hablar del comportamiento humano.
Tengo la sensación de que este libro abre oportunidades que no se terminan de aprovechar y esa sensación se hace más fuerte por la lentitud con las que explora otras. Otro caso: una escena de cocina en la que el protagonista prepara judías verdes; la descripción minuciosa ligada al estado de ánimo del personaje me llamó la atención, entre otras cosas, porque antes no hubo cocina en la novela.

lunes, marzo 05, 2012

El montañero zahorí en Aratz: él nos señalaba el camino y nosotros (¡ay!) sólo veíamos el palo

El hombre del palo (rabdomante) y compañía (paciente).

Así llegaba, así, así; así llegaba que yo la vi. (Se puede cantar con esta melodía).

El domingo 26 de febrero el plan apuntaba a Otzaurte, para, desde allí, dar una vuelta entre nieblas si los pronósticos meteorológicos se cumplían. Pero en el puerto de Etxegarate la cosa estaba mu' negra y seguimos hacia Araia (buscando la luz). El renovado plan consistía en caminar hacia Zalduondo, subir a Petroleras y, en el sur de la sierra de Aizkorri, dar una vuelta por el hayedo para auparnos hasta Allarte (en el mejor de los casos) y bajar a Araia. La nieve y la niebla fueron nuestras aliadas, porque gracias a ellas almorzamos sin ambiciones de cima pegados a la pared de la borda de Azkasaroi. Allí que si jijí, que si jajá, entre jamón, salchichón, pan y queso, bananas y chocolate (fríos), caldo y café (calientes), cayeron dos botellas de vino (también fríos) entre cuatro más bien calientes (Asun, Pilar, Patxi y yo); y allí, mejor dicho, a partir de eso, se desataron los acontecimientos y las lenguas. Parecía que bajábamos, pero en la fuente de Iturrioz hubo un momento de duda, pregunta y provocación. ¿Subimos? Nadie habló de huevos, y, además, apuntábamos a la cima de Allaitz, pero a 1.300 metros de altitud el zahorí ya subía con el palo y apostaba por Aratz. Y subimos con mucha nieve (1.443). La cima estaba limpia (supongo que batida por el viento).
Y bajamos a Araia. Y nos quedamos tan anchos.

jueves, marzo 01, 2012

El murciélago guiña (De Amezketa a Ataun, por Enirio)

 Alineación: dolmen de Arranzao y cima de Ausa Gaztelu.

Sigo con los recorridos por Guipúzcoa. Desde el 6 de febrero no sale de San Sebastián el autobús que los viernes a las 8,30 abría a los viajeros la opción de Ataún, Lizarrusti... de camino a Estella. Esto lo descubro el viernes 24 de febrero a las 8,15. Improviso: tren a Alegia (feliz hallazgo de una nueva cafetería), autostop hasta Amezketa. A las diez de la mañana me pongo en marcha, subo a Larraitz y desde allí a Ausa Gaztelu; luego, por la ladera oeste de Kilixketa, alcanzo la altura del dolmen de Arranzao y avanzo por la cómoda senda de Auntzibide hasta el entorno de Pikoeta. Cerca del nacimiento de la regata de Errekabeltz, después de investigar futuribles de perrechicos, tomo de bajada la pista de Enirio (con salida a Ataun o Zaldibia, según convenga). Empieza el hayedo y veo una cierva. Reposto agua en la singular fuente de Intxusti (merece la parada del sediento y del curioso)  y en el collado de Aralegi tomo la senda hacia el norte marcada con blanco y amarillo, que contornea un extremo del "Domo" de Ataun. Me planto un poco más arriba del caserío Munegi e improviso por unas pistas hacia el sudoeste, para llegar a Errekarte. Tras un breve descenso, me interno en el pinar de la izquierda y sigo un rastro borroso de pisadas que me aúpan hasta la cueva de Troskaeta (ya entre avellanos y hayas). La exploro armado de cámara y linterna. Nada más entrar, encuentro una cuerda, me la echo al hombro e inicio el descenso. Hay flechas pintadas que ayudan a orientar el camino, soga instalada en una rampa, una escalera de metal que salva un desnivel de varios metros, y varios hilos de Ariadna que guían por las galerías más confusas, donde hay que doblar los riñones (no demasiado). El aragonito tapiza muchos lugares de la cueva, pero, en general, está un poco sucio.

 
 Aragonito "flos ferri".

Los murciélagos de herradura son muy fáciles de ver.

 
Ojo a la guiñadita del murciélago.

Al final de la cueva llego a un charco, decir "lago" sería una exageración, y compruebo que he bajado unos 90 metros de desnivel. Toca ascender. Cuando salgo acalorado de la cueva, inicio un descenso por pistas embarradas por las recientes tareas forestales tras el deshielo de la nieve. Atajo aquí y allá gracias al recuerdo de la exploración otoñal que dirigió Patxi. Alcanzo Ataun a las 16,30. El autobús con destino Ordizia pasa a las cinco menos cuarto.