Cuando leí el título de la novela de José Ángel González Sainz, me brotó un pensamiento que casi verbalizo: "¡Gabardina que te roban!". Algo que mi madre añade sin pensar en lugar del "corazón que no siente" (o "mierda que pisas").
Pero me enderecé de modo inconsciente con la cita previa de Faulkner:
"Se nos ha escurido el espinazo; hemos decidido que un hombre ya no necesita espinazo; tenerlo está pasado de moda. Pero el surco donde estaba el espinazo sigue estando ahí, y el espinazo lo conserva vivo, y algún día vamos a escurrirnos otra vez metiéndonos en él. No sé bien cuándo ni cuánto retorcimiento nos va a costar aprenderlo, pero algún día."
Ay, ay, ay... Había tocado hueso.
Ojos que no ven tiene mucha explicación aquí (leedla y me ahorro repeticiones), pero en mi lectura es una novela que trata lo que significa ser padre y, a un paso, lo que significa comprender la realidad (sé que acabo de dejar una idea muy abierta). Y queda en mi memoria la relación del personaje (Felipe Díaz) con los dos hijos (Juan José y Felipe), y con los caminos (que es "integración" hacia la huerta, o de vuelta de
ella; camino que es "aclimatación" del hombre orillado en el arcén de carretera de camino a su trabajo diario
en el País Vasco).
ETA aparece en la novela como el detonante de la quiebra de un esposo y, sobre todo, de un padre. Por pedir la libertad de un secuestrado se enrarece la relación con su esposa (Asun) y se enfrenta a mucha gente. El personaje insiste en un valor fudamental que guía su comportamiento, un límite: el
respeto al otro, al prójimo, a la vida.
Dos pegas (muy personalizadas):
El ritmo lento de la prosa (aquí están las 29 primeras páginas) me cansa con la reiteración de comparaciones e imágenes que llegan al exceso; por poner un caso carroñero: el ejemplo de los buitres y los alimoches para hablar del comportamiento humano.
Tengo la sensación de que este libro abre oportunidades que no se terminan de aprovechar y esa sensación se hace más fuerte por la lentitud con las que explora otras. Otro caso: una escena de cocina en la que el protagonista prepara judías verdes; la descripción minuciosa ligada al estado de ánimo del personaje me llamó la atención, entre otras cosas, porque antes no hubo cocina en la novela.
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