Me acordé de vosotros, los ausentes el sábado 25 de octubre. Todo estaba iluminado (como en el título de la algo recargada novela de
Safran Foer).
Dos imágenes.
Líneas de montes, desde
Amavirginaren aulkia (la silla de la Virgen), en el collado de Biozkornia, al pie del monte Artzamburu (1.368). El picacho orgulloso del horizonte, a la derecha, es el San Donato.
Salida de la ermita de Urbía, por el cauce de los fresnos, hacia Aránzazu.
La luz (y, tal vez, la sidra compartida en las campas de Urbía) me llevó a una especie de ruptura temporal. Otro día intentaré explicarlo.
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