Esta semana, con premeditación y alevosía, escucho una y otra vez a Fito y los Fitipaldis. Es un homenaje. Oigo: “Él camina despacito, que las prisas no son buenas, y en su brazo dobladita CON CUIDADO la chaqueta, luego pasa por la calle donde los chavales juegan… Escogiste a la más guapa y a la menos buena… Hay que ver qué puntería, no te arrimas a una buena… Después de un invierno malo, una mala primavera, dime por qué estás buscando una lágrima en la arena”.
Descanso.
Kiko Veneno con el Lobo López y En un mercedes blanco.
Soy republicano, pero ninguna canción en español ha hecho tanto por la fiesta como El rey. Es una de esas canciones que sabe todo el mundo, que alegra el cotarro, una canción evangélica. Y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina... Pero sigo siendo el reeeeeey. Que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.... Y mi palabra es la leeeeey... Ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el reeeey.
Una generación de españoles gritó enfebrecida aquello de ardelanoche-alsoldeponiente. Más de uno se sabe de pe a pa Torero de Chayán, con pasos de baile incorporados… Paquito chocolatero es una canción para gritar ¡eh!, ¡eh!, y descoyuntarse la pelvis. Pero el peor daño es el psicológico. La lambada, por ejemplo, yo resumía sus daños en la mancha de ridículo extendida por tanta pista de baile. Incluso recuerdo el significado del concepto "grotesco" por aquel niño cantando en el concurso de televisión: “he mojado mis sábanas blancas recordándote”. Pero el pasado miércoles, de madrugada, Andrés contó que él conoció a un niño que al escuchar la lambada por primera vez se puso a llorar. “Es que me recuerda mucho a mi abuela”.
3 comentarios:
A mí también me da tristeza escuchar la lambada pero por algo muy diferente. La teníamos que bailar en la escuela. Yo estaba feliz por que me había aprendido todos los pasos y mi madre me había hecho una pollera amarilla espectacular. Pero cuando llegó el momento, necesitaban un duende que presentara los distintos bailes. Y-nunca entendí porqué- me eligieron a mí. Al final terminé vistiendo de azul con unas zapatillas con pompón y un gorrito con cascabeles. Mientras, mis compañeros bailaban.
Nos acostamos todas las noches de Semana Grande con las rancheras tocando debajo de casa; las preferimos a las batukadas; nos hacemos mayores.
Estoy en Carolina del Norte, frente a las Smoky Mountains. Me he acordado de ti, he buscado un ordenador y te he escrito.
Ti-he-te encantarían.
Publicar un comentario