¿No te ha pasado? Tienes la certeza de que has vivido un momento en el que todo encaja, un momento perfecto por su intensidad, por su pureza…, un momento en el que estás realmente conectado al mundo, como si fueras un avatar enchufado al todo. A esa experiencia de plenitud hay gente que la llama momento auténtico.
Y entonces, si aceptas eso del momento auténtico, comprendes también, alarmado, el fenómeno de su singularidad: ¿por qué son tan raros los auténticos?, ¿por qué no son típicos, o míticos, como se dice ahora?
Pienso que todos los momentos son tan auténticos como comunes: es auténtico cuando cocino huevos fritos, es auténtico, también, cuando resuelvo sudokus de viaje en autobús. Así que, si me paso la vida de momento auténtico en momento auténtico, queda claro que soy un practicante de la autenticidad.
Pero hay autenticidades y autenticidades… En algún momento llega la persuasión: es muy auténtico saber preparar hojaldre, comer angulas, bailar solo (mal o bien) delante de una multitud, publicar una novela (mala o buena), declarar un amor (el que sea) o que la gente se muera alrededor… Eso es más auténtico.
El simple hecho de que cualquiera diga eso de “fue un momento auténtico” habla del acostumbramiento a una mayoría de momentos inauténticos. ¿Se vive falsamente o todo esto es un juego de palabras?
5 comentarios:
Es un auténtico post de eresfea. No juegues. ¡Venimos con un promedio de 34 grados! No es momento. Je!
Abrazo grande
Duquito
No sé muy bien qué significa ese adjetivo, no soy capaz de asociarlo a una experiencia claramente delimitada. Pero sí he experimentado la impresión muy concreta, muy consciente y muy clara de que en ese momento estoy viviendo de verdad. Me sucede especialmente en los viajes, en momentos en los que parece que desemboca en un punto preciso y luminoso toda una riada laaarga y gris de tiempo y esfuerzos. No sé cómo explicarlo, tú lo haces muy bien en la segunda frase (me viene un sustantivo: nitidez). Esos momentos se trabajan.
No me alarma la singularidad. En alguna parte tengo guardado un texto de Eliade en el que habla de la importancia de los ritmos, de la necesidad de intercalar "fases de larva" con los "estallidos" esporádicos. Vale para las fiestas, las revoluciones, los viajes, los trabajos, los amores y hasta los goles de Mikel Labaka. Yo diría que uno de nuestros problemas es que pretendemos vivir encadenando sólo estallidos y que soportamos cada vez menos las fases de larva.
Aunque quizá hablamos de cosas distintas. Quizá lo que haya que conseguir es precisamente que las fases de larva sean auténticas.
Bueno, que me pierdo, que me estoy liando y voy casi con la escritura automática. Stop.
Interesantísimo. Mi pequeña reflexión va en que esos momentazos me resultan habitualmente personales e intransferibles. Cuando se llegan a compartir, en algún grado, es el recopón.
Atisbé la coronilla del mundo; vi salir al mundo; oí llorar al mundo; en cuanto el mundo sintió el calor humano respiró tranquilo; mi mundo pesó menos de tres kilos. Desde hace seis años, vivo conectado al mundo.
(Dos años y medio después, resultó que había más de un mundo).
Yo creo que esos auténticos momentos no los encontramos tan fácilmente, y a veces ni siquiera somos tan asombrosamente conscientes de ellos.
Un abrazo.
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