En la montaña, a veces, la senda no está bien dibujada. Entonces se agradece la guía de los montoncitos de piedras, los hitos que los franceses llaman
cairn.
Tengo una extraña confianza en los hitos. Aunque se desvíen de la mejor ruta, señalan el camino que otro hizo, el que tú reafirmas con tus pasos; marcan, también, la preocupación de otro por los pasos de los demás. Son montones de generosidad.
P.D.: En la imagen,
Patxi en un pedregoso descenso de Espelunga (¡unga-unga!). Allí también había hitos.
2 comentarios:
Yo también creo en los hitos. Por eso amo la literatura. Porque entre los montones de piedra se encuentran cosas maravillosas, y, a veces, a uno mismo.
PD: El encuadre de la imagen es perfecto.
Me encantan los cairns. Un leve toque humano en el paisaje, una solidaridad discreta, una preocupación por los demás. Disfruto con el gesto de añadir una piedra, la satisfacción de ayudar a hacer camino (sin romper nada). Algunos hitos parece que llevan siglos en su lugar, orientando a los caminantes, y supongo que por eso sentí un cosquilleo la única vez que levanté un hito nuevo, entero, en un cruce.
(Josema lleva la foto de su novia en la pantalla del móvil. Antes llevaba la foto de un cairn).
(Parece que la palabra es de origen irlandés:
http://en.wikipedia.org/wiki/Cairn)
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