Primero quise ser labrador, porque era el oficio más cercano al campo. Luego, gracias a Félix Rodríguez de la Fuente, biólogo. Pero la biología se convirtió en afición cuando comprendí que tenía un don: la cata del merengue. Y eso, el don, como nos enseñó el tío de Spiderman, implicaba una responsabilidad. Pero dejé el (buen) camino: la química, el periodismo, cosas que tienen relación con la escritura y la literatura...
Hace un par de semanas me reencontré con mi vocación, el buen camino. Fue en la senda del Txindoki.
Y ahora que siento de nuevo la llamada, resulta que las pastelerías están llenas de natas. Joderjoderjoder.
P.D.: La fotografía es de Pilar.
5 comentarios:
¡Qué esponjosa y dulce fotografía! Seguro que quedan reductos de merengue ;)
Jo, qué subida más pegajosa.
A esa foto sólo le falta la guinda.
¡Feliz Navidad y saborea el 2011!
Un abrazo.
Existe un momento que volvemos la vista al origen, pera ver nuestra historia con otra mirada y volvernos a reencontrar. Para pararnos en lo esencial y quedarnos con la nata de la vida.
Que bonita foto, el Txindoki de siempre, desde otra mirada espectacular.
Javier, en vez del Cervino vasco, deberían llamarlo el Kailash vasco. A ver si te pueder sumar un día de estos...
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