Un chico y una chica (los dos veinteañeros) caminan por la senda del parque con la última luz del día. Avanzan el uno hacia el otro sin darse cuenta porque están hablando melosamente por teléfono (móvil).
No se ven hasta que casi se topan el uno con la otra.
-¡Uy!, ¡hola!, eh... Estoy hablando con mi madre... ¿Y tú? -ella.
-Eh, eh..., yo también -él.
Se besan en la boca con énfasis y ambos separan los móviles de su cuerpo. Las voces de los móviles dicen algo, apenas dos segundos, en el extremo de sus brazos exageradamente estirados. Ambos saben apagar los teléfonos sin mirarlos al tiempo que mantienen el gesto de Pilates.
Si ahora les hicieran una fotografía, en el centro de la imagen estarían sus bocas. Siguen besándose. En los márgenes, los móviles, los satélites más lejanos de ese beso.
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