Encasillar en géneros o subgéneros, periodísticos o literarios, los textos de Los que sueñan el sueño dorado (Mondadori, 2012) es un enredo destinado al fracaso. Que si ensayo, que si memorias, que si crónica, que si (y ahora se repite el adjetivo) reportaje literario, perfil literario... Además, los textos de la californiana Joan Didion (1934) barren temas muy dispares y un largo periodo de la vida de la escritora (publicaciones desde los sesenta a los ochenta del SXX), y el lector puede pensar que esta señora ha visto pasar los géneros fríos como los cadáveres de sus enemigos (o amigos); por si fuera poco, quien haya leído a propósito de beatniks y nuevoperiodistas estadounidenses llegará a Didion cargado de presunciones o prejuicios.
Así que lo suelto y ya está: Didion tiene lo mejor y lo peor de unos y otros (beatniks y nuevoperiodistas). Pero lo particular en ella, lo bueno que marca la diferencia en su prosa, es la inteligencia tenaz, un ensimismamiento femenino y cierto feminismo (aguda y penetrante como mujer; caduca como feminista).
Caduca... Muchas de las inquietudes de una generación no se perpetúan
en la siguiente. (Víd. cuadras, armarios o álbumes de
fotografías). Y me aburren los textos de Didion (unos cuantos) que parecen unidos a los asuntos del momento, los más "candentes"; cuanto más actuales en su momento, más perecedera la lectura. En fin, no descubro nada, en esto de la permanencia y no en el brillo de los adjetivos (por ejemplo) radica parte del dichoso adjetivo de las primeras líneas ("literario").
He disfrutado (ensimismado también) con la lectura de Los que sueñan... y me quedo con tres textos en la memoria: "John Wayne: Canción de amor", "Agua bendita" y "La catedral metropolitana de San Salvador".
Uno. "John Wayne: Canción de amor". Escrito desde la memoria de los ocho años en Colorado Springs... ¿Importa la flaqueza de la memoria en la trasmisión de la realidad? Cualquier lector español mayor de 35 recordará las películas de John Wayne (léase ahora yon baine) en la infancia ante la televisión. Leer/oír/recordar a Wayne: "Hay cosas que un hombre tiene que hacer y ya está". Ese mayor de 35 disfrutará con el perfil de Wayne y sus colegas de rodaje (diálogos espléndidos). Y sospecho que el menor de 35 también, aunque aportará otros argumentos menos sentimentales para responder a la pregunta.
Dos. Las obsesiones personales pueden convertirse en un motivo de escritura periodística. Esto, que se escribe fácil, resulta una propuesta complicada para los alumnos de las escuelas de periodismo más allá del columnismo, cuando han sido educados -algunos adocenados- en las estructuras y el tono de géneros que parecían proponer lo contrario. Por eso he seguido emocionado en "Agua bendita" el discurrir del agua (y la obsesión) desde los embalses, corriendo por los canales de California, para llegar a los campos o a las gargantas. Merece una lectura atenta. Y me guardo el final, la última frase de este texto como algo que plagiaré varias veces, para que se note.
Tres. Un ejemplo de cómo contar mucho con la descripción de un lugar: "La catedral metropolitana de San Salvador".
No hay comentarios:
Publicar un comentario