Caminas veloz sorteando gente por el parque, unos
adolescentes primaverales hacen bulto en el camino, los esquivas y aceleras el
paso satisfecho por tu agilidad. Estás que te sales… El siguiente trombo lo
montan dos madres, una de ellas usa hábilmente el carrito de su bebé (dirá que lo está meciendo, ¡ja!) para interceptar a cualquier peatón en el camino del
parque.
Las oyes:
-… a mí, el cartílago de tiburón me cambió la vida.
-¡Qué cosas…!
Y la del cartílago sacude el carrito como un latigazo. ¡Zas! Tienes que invadir
la hierba o frenar, esquivar, todo en una décima de segundo; juego de cadera. ¡Crac!
Sigues caminando, veloz por pura inercia, llegabas tarde a
algún sitio. Te duele la cadera, ¡maldita sea!, ¡que maten todos los tiburones del
mundo! No sabes si necesitas cambiar tu vida, pero antes de emprender cualquier examen de conciencia sólo te preguntas dónde se comprará ese cartílago.
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