miércoles, julio 25, 2007

Impaciencia


El viejo me dijo que le siguiera. Caminaba demasiado despacio y, precisamente por eso, yo me cansaba. Salimos del pabellón, cruzamos un rastrojo.
-Aquí está bien -sentenció de pronto.
Se sentó en el suelo, en una linde herbosa, bajo un nogal. Yo le imité y me senté a su lado. Dejó su mano izquierda sobre mi hombro. Con la derecha arrancó un tallo seco de avena loca y se lo puso entre los dientes. Se quedó esperando algo. Su mirada era panorámica, no concentraba su atención en un punto concreto. Yo, por pensar, pensé que ojeábamos conejos.
-¿Hay conejos? –pregunté.
-Tú puedes encontrarlos…
Me sonó a rollo budista o a caminitos de autoconocimiento coelhianos.
Noté un temblor en su mano, y en sus orejas.
-¿Escucha algo?
-Sí…
Pasó un buen rato, tal vez un cuarto de hora, entonces sacó su navaja y dio un corte al tallo de avena, para renovar la chupada. Parecía orgulloso del filo de su navaja. Pasó la yema del índice sobre el filo y me guiñó.
Me inquieté, me sentí amenazado.
Pasaron unos minutos y… nada. Hasta que, extasiado al chupar la avena, le salió un ruidito agudo, como de globo que se deshincha.
Interpreté eso como una señal.
-¿Hacemos algo? –me atreví a preguntar.
-Esto es lo mejor de la vida –hizo unas prospecciones digitales en su nariz, escupió una salivilla, tomó otro tallo de avena-. Mira cómo pasa todo.
Sonó la sirena. Había que volver.

P.D.: Todo este cuento, para no hablar de la impaciencia que me agarró ayer: la del hongo. Ésa que tuve que resolver en el hayedo con cyanoxanthas (urretxas).

6 comentarios:

pUbLiFrEaK dijo...

Parece la escena de Kill Bill cuando va a entrenarse con el maestro.

Salú!

Jimena Colucci dijo...

Sensei Chonjun Miyagi

mi-tacua-uy dijo...

Seguro que sólo por el hecho de hacerle compañía le alegraste el día.
Curiosidad, "ciano" yo lo asocio con bacterias verde-azules, algunas rojas, tu hongo-seta parece marrón. Por diversión busca en google imágenes de cyanoxanthas, luego de urretxas y si no te aburriste, me comentas.

J. dijo...

Inmenso

Anónimo dijo...

Si inquietó a Eresfea, inmenso... al menos.
¿O te referías, acaso, al propio narrador?

J. dijo...

jaja

Al narrador y al cuento.