Popcorn. El maíz que revienta con el calor (palomitas en España). Lo traigo aquí porque como pop en el cine, como mucho pop, cantidades ingentes de pop. Y estoy harto de los puretas que miran con asco a los precisos comedores de pop como yo. Cuando precisamente los comedores de pop sostenemos la industria del cine, o, como les gusta decir a los mismos puretas: el séptimo arte.
Ahora viene la explicación alambicada.
Charles Batteaux enumeró en 1746 las "bellas artes": danza, floricultura, escultura, música, pintura y poesía. Más adelante añadió la arquitectura y la elocuencia. En el siglo XXI la lista cuenta con seis fijas, y tres que entran y salen. Las fijas: arquitectura, danza, escultura, música, pintura, poesía (y por extensión literatura). Las otras tres: cinematografía (en el puesto número siete), fotografía y cómic.
Algunas preguntas: ¿quién reconoce la escultura como un arte vigente en el siglo XX? ¿Dónde metemos la televisión, la moda, la publicidad o la cocina? ¿Son los trabajadores de invernadero verdaderos artistas según la clasificación del señor Batteaux?
Y ahora vuelvo a la idea de la salida. El séptimo arte vive del pop. (Y del DVD, como bien saben los guionistas que hicieron huelga hace meses en Estados Unidos).
Con pop vi las cuatro últimas películas:
10.000 A.C.: lamentable. Buen ejemplo de cómo hacer una aburrida película de aventuras.
Matar o morir: una ensalada de tiros con zanahoria. Lo rescatable de la película es cuando el personaje dice "odio..." no sé qué, y su mirada se identifica con algo que señala la cámara con detalle. Y sabemos que el foco de ese odio merecerá su justo castigo. Por ejemplo: odio a los mayores de cuarenta que llevan cola de caballlo. Algunos señalarán como memorable la escena de sexo con Mónica Belucci, yo no. Seamos sinceros: lo raro sería que una escena de sexo con Mónica Belucci no fuera memorable. En este caso, la escena es un exceso: el protagonista copula y mata a tiros al mismo tiempo. Es tan inverosímil que rompe hasta con la lógica interna del relato. Si hay que creer..., prefiero creer en Santacláus (y mira que desprecio al gordo atorrante vestido de satén rojo que inventó la Coca Cola...).
Jumper: mareante. Los diez minutos del comienzo están bien, el resto de la película es un mareo, los más sensibles deben ir al cine con pastillas para evitar náuseas y dolores de cabeza.
Horton y el Mundo de los quién: excelente. Fui a la sesión de tarde y los niños (me incluyo) disfrutaron. Yo aplaudí con ellos. Fuimos felices y comimos mucho pop.
17 comentarios:
Pues mira que me preocupó mucho oir a dos gemelas de ocho años recién cumplidos decir que Horton les pareció muy aburrida y, sobre todo, muy infantil. Pero mucho pop seguro que comieron.
Tenía entradas gratis para Jumper y las regalé. No me atraía para nada. Esas películas sí que viven del pop. Imposible negarlo.
Yo antes odiaba el ruidito. Pero a medida que fue pasando el tiempo me di cuenta de que era mejor mantener las bocas ocupadas en el pop, que en la parla.
Me gustó lo de "atorrante", typical rioplatense. Leí una vez que su origen es este: cuando se hacía la red cloacal en Buenos Aires, los caños grandes de desagüe eran fabricados por un tal "Torrens", catalán, cuya marca estaba en todas las piezas. En los caños encontraban refugio nocturno los vagabundos, que pronto fueron identificados como "atorrantes". Bueno, a lo mejor se da un cambio semántico, de esos tan frecuentes: porque hay pocos desagües.
A partir de ahora el cine no sólo se mantiene con el pop y los dvd, también con Josean, la persona que conozco que más va al cine.
Mareante, esa es la palabra perfecta para definir Jumper. Me pasé la hora y media esperando que pasara algo, no algo más, simplemente algo.
Bloody, eresfea y yo fuimos al cine con tus entradas, gracias.
Anónimo tiene razón.
Me encanta, esto parece una novela de misterio. Eresfea que va al cine (sabemos que muy seguido), y un tal Bloody dice que no fue pero que tenía entradas (sospechoso). No te contaré nada nuevo dice no sólo que fue sino que lo hizo con las entradas de Bloody, y que no fue sola, que fue con…cha chan cha chan…Eresfea!
Felicito a los guionistas-protagonistas (Bloody, No te contaré y Eresfea) y me paro de pie para aplaudir a “No te contaré” por ese final. Fantástico.
Esta novela no te deja bien parado, Eresfea.
Yo odio a los que hacen ruidito con el pop (“pochoclo” para los porteños). No lo puedo soportar. Pero cómo me gusta comer pop en el cine. Así que supongo que en realidad lo que me molesta no es el ruidito sino el hecho de que otros estén comiendo pop y yo no. ¡Qué descubrimiento!
¡Nada de final! Yo quiero saber si No te contaré le dijo a Eresfea que las entradas eran de la tal Bloody o se la jugó de callada. Falta la palabra de Eresfea.
Preso, tampoco me deja muy bien parada a mí, yo también usé entradas regaladas para ir al cine. Gracias por el aplauso. Una duda ¿por qué no te compras pop?
Bloody, sí, Eresfea sabía, o eso creo, que eran tus entradas.
Yo sólo quiero saber porqué no es fácil conseguir pop dulce en España, al menos en Asturias.
Envidia nos dan esas cajas de cartón llenas de pop pero salado y al no gustarnos, pues tenemos que comprar una mísera bolsita del dulce, que para colmo cuesta casi lo mismo...
El dulce hace más ruido. Esa sería una excelente razón para no venderlo.
Porque Eresfea va mucho al cine. Entonces podemos inferir que siempre va "de garrón".
Mentira, todos sabemos que no. Que cuando hay que ponerse en Medialunas Calentitas, se pone. Y dicen que en Cake´s también...
No sé, dicen.
Preso, no trate de ganar ventaja antes de tiempo...
El pop debería estar prohibido. El ruidito horrible de las manos urgando el contenido, es similar a esa persona que te hace preguntas cuando estás concentrado leyendo.
Si no se puede cumplir con la prohibición de comer pop en el cine, al menos debería prohibirse el "tráfico de pop" en el cine. Los miserables que compran un tarro cada tres y lo pasan de un lado a otro como si fuera una cantimplora en el desierto.
El pop, junto con las Zucaritas de Kellogs, son el triunfo más claro del capitalismo y de la industria del consumir porque sí, el pop parece un obligado para entrar a la sala, como la corbata a los casamientos de noche, o los pantalones en la facultad...
Hurgar.
¡Merelo!, ¡por fin respondiste a la provocación! Te esperaba.
Espero que en tu afán libertario no vengas a la Facultad en canzoncillos (por favor...).
Abrazo.
Me tiro por Horton, entonces. Y ¡aguante el pop! recuerdo aquellos tiempos en los que mimadre hacía palomitas en una sartén tapada con papael aluminio. ¡Qué épocas! En ese entonces yo miraba Los ositos Gumi.
Eresfea, maldito, fue más de lo que pude aguantar. Y no, no iré de calzoncillos a la Facultad, ni siquiera me atrevería a llevar bermudas...
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