Pregunta de finales de agosto a una niña:
-¿Tienes muchas ganas de empezar el colegio?
Respuesta instantánea:
-Sí, muchas ganas.
¿Alguien imagina a un hombre formulando esa pregunta?
La respuesta, en cambio, sirve para niño y niña.
(En este caso preguntaba una abuela, respondía su nieta).
La clave: el uso de “muchas”.
Recuerdo. Me lo preguntó mi madre en septiembre: “¿No tienes ganas de empezar el colegio?”. Yo dije que no. ¿Por qué iba a tener ganas de estar cinco días por semana encerrado, callado y sentado en un pupitre un montón de horas al día? ¿Por el premio de aquella media hora de recreo cuando en vacaciones el recreo duraba todo el día? Mi madre me dijo: “Puedes aprender cosas...”.
Sigo agradecido porque no recurrió al subterfugio de los amiguitos; como si al colegio se fuera a hacer amiguitos.
4 comentarios:
Algo estamos haciendo mal con esta infancia.
Todavía me tiemblan las piernas cuando llega septiembre.
¿Se le ocurre a un adulto preguntar a otro adulto si tiene ganas de retornar al trabajo para ver a sus "coleguitas" y al jefe?
Gnomo y a su lado, Harry Potter...
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