El Homo sapiens redobla en sapiens (sapiens sapiens) convencido de su dinastía privilegiada, pero tengo pruebas de la existencia de otros sapiens con un segundo apellido dispar: depredator, recolector... Hijos naturales de la noble familia humana que responden a misteriosos instintos. (Alguien diría "bajos" en vez de "misteriosos", porque obligan a agacharse).
Me reconozco entre estos bastardos. Ese instinto me brota y me guía por los bosques en verano, y sólo así se explica la ansiedad con la que miro hoy mismo los partes meteorológicos a la espera de precipitaciones en otoño. Aunque lo de la micología se puede disfrazar de ciencia (o de apetito micófago), es sólo la punta de un témpano instintivo, porque si fueran sólo los hongos... Tengo el ojo atento a las mareas y las corrientes marinas, a las toperas, a los dibujos de las aves migratorias en el cielo, a las nubes y a las serpientes, a las ranas y a las cacatierras de lombriz, reconozco egagrópilas...; ¿cómo evitar buscar nidos hasta en invierno, cuando están vacíos, o esperar el momento justo en el que florecen los almendros?; afino el oído con el silenciador del musgo en un bosque crujiente bajo los pasos, o con el canto de cualquier pájaro... Y muchos somos así. Sé de cazadores de lagartijas y perseguidores de murciélagos, de obsesionados por las lubinas, de recolectores de pacharán, manzanas silvestres, té o castañas pilongas, de andarines tras los espárragos silvestres, de cazadores de saltamontes... Quizá también tú eres uno de nosotros, quizá un bastardo recolector durmiente con el instinto abotargado ante los documentales de La 2, o parcelado con la labor en una huerta, o domesticado con el coleccionismo civilizado de fósiles, de plumas, de herbarios, o de coleópteros.
Piénsalo. Y no creas que ese instinto surge sólo en espacios naturales con bosques, praderas o rasas mareales. No, no. El sábado 1 de octubre, una pareja dispar paseaba en plan recolector junto al talud boscoso cercano al estadio de Anoeta (puertas 1 y 2), en San Sebastián. El uno rondaba los sesenta años, con una mano vendada y una botella de vodka casi llena en la otra. El otro, de unos treinta, con el pelo mojado hacia atrás, mochila a la espalda y la palabra "eficiencia" en la boca cuando pasé a su lado. (Sonaba "efi siensia"). ¡Era tan fácil juzgarlos erróneamente! Pero el más joven se agachó, como me hubiera agachado yo a recoger caracoles, o... Y sacó de la maleza una botella de ron medio llena. Oí cómo los dos se felicitaron, ya a mis espaldas. Reconocí como propia la felicidad de su recolección. El entorno deportivo es lugar de botellón ("hacer litros"), y lo que otros (acaso sapiens sapiens) no llegan a beber, éstos lo recolectan.
2 comentarios:
Gran entrada.
¡Egagrópila, por fin!
¿Has visto la película "Los espigadores y la espigadora"? Si no, deberías. La tengo en casa.
Publicar un comentario