¿Recuerdas la primera vez que tocaste la piel de un abrigo? Zorro, conejo, visón... Y esa costumbre que aprendiste a dominar: pasar la mano disimuladamente por el abrigo de una señora al paso.
(Y se ata el recuerdo de la escena de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, cuando se hunde la mano en el saco de legumbres. Y la experiencia de meter el brazo en el trigo de un granero. Y el plumón caliente de un aguilucho. O en el otro extremo: intentar estrangular una anguila).
Hoy pensaba en la experiencia que tantos no conocemos ni conoceremos (creo que se nos pasó el arroz): la primera vez que te metes en un abrigo o en un chaleco de pieles.
(Porque aquel disfraz de la Pantera Rosa no era de pieles, no).
No me imagino vestido con un abrigo de pieles. Sospecho que me sentiría raro, incómodo. Quizá pudiera hacerlo en un viaje muy muy al norte o muy muy al sur. Sí, hay que viajar más a los extremos...
Pero sospecho que tú, que has vestido con pieles, recuerdas perfectamente tu primera vez. Tuvo que ser memorable.
4 comentarios:
Yo nunca entendí por qué las señoras no se lo ponían al revés, ya que ése parecía el lado calentito, y no el forro, que siempre parecía frío y estirado.
Me encanta la pose de la pantera en la foto, y me hace pensar si la foto te llevo a pensar el texto o fue al revés.
Fue al revés (como el abrigo, je). Pero, cuando encontré la imagen, volví al texto...
Recuerdo una amiga de mis padres que venía a casa de visita con su abrigo de pieles. Recuerdo entrar a hurtadillas con mis hermanos para probármelo. ¡Pesaba un quintal! Y además estaba muy áspero.
PD: También recuerdo las pieles de "El silencio de los corderos", pero creo que no iban por ahí los tiros.
A mí cuando era niña también me gustaba rozar los abrigos de pieles de las amigas de mi madre, tan suaves, no como el astracán que había en mi casa.
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