Último trecho de ascensión a Alborta. |
La civilización mengua desde el coche aparcado junto al contendor de basura (casi Km 10 de la carretera a San Miguel de Aralar): dos leñadores trabajando en el clareo del hayedo, dos pottokas, las rodadas en barro y nieve, nieve dura junto a Prantzes erreka ...; L. ha dejado atrás la pista de la civilización cuando termina la pista de cemento oculta bajo la nieve.
Ya asciende animada por una palita de nieve hacia el collado que separa Subezelaigaña y Uharrain. Aún están dibujadas las huellas marcadas el día 6 de diciembre con Asun, Pilar, Ángel y Patxi en la ola de nieve. Seguimos la huella dura de Patxi (llamadle Patxi Peligro) que secundó Asun (llamadle Asun y no le dejéis una cantimplora). Desde el collado, vemos la estampa de las Malloas con las cimas más altas nevadas y tapadas por nubes como una colección de chapelas. Balerdi está limpio y para mí es un detalle importante, para L. es más importante que se ven unos pueblos debajo (Azkarate, Atallo, Betelu) y que ya está en la cima. O quizá no..., todavía hay que escalar (no subir, ¡escalar!) hasta donde colocaron el buzón con pinta de tienda de campaña. Allí, en la cima de Uharrain (1.221), el montañero ecologista ha dejado su tarjeta.
Bajamos para volver a subir. (A ver cómo se lo explico...). Nos dirigimos a la cima siguiente: Alborta. Para mis adentros ya he descartado Tutturre. Sé que le gustará el buzón con aspecto de Amanita muscaria metálica. Cuando llegamos, encontramos el buzón roto, el sombrero de la seta en el suelo. Arreglo chapucilla y fotografía en Alborta (1.228). Ladeamos la montaña para llegar al collado del Abad, y salimos caminando por la niebla de un bosquecillo de hayas. Sé que enfrente está la figura del fresno que aún no vemos. Allí no sopla el viento y comemos caliente: revuelto de hongos (recordamos a Julia) y un poco de dulce de membrillo frío de Pilar (bueeeeno, es un membrillo procedente de Burgos, así que no se quedará destemplado).
El camino sigue con los pies helados, ¿se calentarán? Nos fijamos en las huellas de zorro, nos desviamos para ver las placas de hielo de un abrevadero. Los frutos rojos de los espinos blancos son bonitos. Son bonitos también los acebos. Las cuevas, en cambio, son una amenaza, una posibilidad latente en toda la aventura.
Diez minutos antes de llegar al coche, visitamos la cueva de Amutxate: sin estrechuras, sin contorsionismos. Después, motorizados, subimos a San Miguel en coche. A L. le gusta el iglú que han levantado sobre la nieve que cubre la pista a Uharte. Ante nosotros el murallón imponente de San Donato, -2ºC, el sol se pone por Urbasa. Visitamos el Santuario. Como el bar está cerrado (en esta estación sólo abren fines de semana y festivos), bajamos al Ostatu de Baraibar: caldo y café con leche. Se ha hecho de noche, y no ha sido inopinadamente.
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