miércoles, diciembre 19, 2012

Urnobitza (643) y Kakuta (925): una expedición memorable

Un momento montañero: Patxi, Pilar y MiniAsun en el descenso del tobogán desde Urnobitza hacia el ahumado de la carretera más allá de Madariaga. Bajo los pies, la única pradera del día; en lontananza, Kakuta.
El recorrido
Tomad un mapa y unid estos puntos de la geografía guipuzcoana: 1 Azkoitia (105), 2 puerto de Azkarate (caserío Buenos Aires), 3 cima de Urnobitza (643), 4 Madariaga, 5 Azurki, 6 cima de Kakuta (925), 7 Azkoitia.
La solución de nuestro guía, Patxi, pasó por un entrenamiento de fondo y psicológico, en pos de su curiosidad, por kilómetros de asfalto del 1 al 2 y del 4 hasta más allá del 5. Ojo, tampoco faltaron pistas cementadas ni tobogán.

El lema
Lo que no te mata te hace más fuerte.

La táctica aplicada
-Siembra del miedo y la desazón.
El guía descarta otros vehículos y conduce su coche único hacia la encerrona "montañera". De camino hacia Azkoitia, tras el redesayuno en Zarauz, coloca a la audiencia de su Forfi la banda sonora de El planeta de los simios. Logra el efecto perturbador.
-Incertidumbre en la ruta asfáltica.
Sólo el guía maneja (misteriosamente) los mapas. Cita nombres que los demás no conocen, mantiene la incertidumbre sobre los kilómetros que faltan, especialmente si son de asfalto, valora como positivo el asfalto cuando es en ascenso.
-El sí pero no no.
Cuando se abandona el asfalto por primera vez (después de más de 7 km) promete más, coloca una cima y luego un descenso para romper el ritmo de quien lo haya logrado tomar (el ritmo) y después... ¡más asfalto!
-Ahumamiento selectivo.
Pero el asfalto por sí solo puede no ser suficiente. Y aprovecha la única quema de maleza en el territorio guipuzcoano para ahumar al montañero arenque necesitado de oxígeno (de nuevo en asfalto, en una zona de ascenso al "Mortirolo vasco" con curvas que permiten ahumarse por la derecha, por la izquierda y de nuevo por la derecha).
-Castigo muscular (¿disciplina soviética?).
Cuando las piernas han perdido la chispa, llega el momento del almuerzo. Tras el espejismo de la deliciosa comida, la chispa perdida se suma al frío. Los cuerpos ya están entumecidos.
-La pérdida aparente
Porque "Ningún perdido se pierde". Las piernas ya sólo van en primera y se enfrentan entonces, sin aparente capacidad de cambio de marcha, a la pérdida en la ladera norte de Kakuta, improvisación que aunque parezca maliciosa, obliga a los montañeros a recuperar viejas sensaciones montañeras beneficiosas. Suben fuera de senda y tienen que volver fuera de senda al camino que habían abandonado un rato antes. Ya está, ya se ha recuperado el sabor montañero y sólo han sido necesarias cinco horas.
-Frío y ambición
Patxi gestiona entonces el frío de quienes aún no han entrado en calor (que necesitan acelerar para calentarse) y la ambición de quienes quieren llegar primero a la cima más alta del día. Remolonea, los provoca desde la zaga, se pone a rueda amenazándolos en los talones con su jadeo de Darth Vader. Basta entonces con ascender a Kakuta el último tramo por la vía normal.
-Santificación del sufrimiento y exaltación del misterio.
Bajo la enorme cruz de Kakuta, contra toda lógica, contra la razón humana, contra todo pronóstico: risas y abrazos.

En Kakuta (búsquese un posado de marioneta).
-Iniciamos el descenso. Como bien se sabe, el mayor peligro está en los descensos, pero Patxi opta por la bajada clásica a Azkoitia, entre calizas y poco barro. Esto no quita para que haya algunas culadas. Un entretenimiento... para los que se salvan y ven cómo la estadística de la caída de ceba en otros.
-Últimos momentos contemplativos: vemos muérdago muy bonito a mano y recogemos algunas ramas; vemos robles centenarios todavía con las hojas (pero no los arrancamos); oímos borregos que nos saludan como sus pares en la llegada a Azkoitia, un momento bucólico y casi pastoril.
Así que AsunPilarPatxi Curioso Andador y yo terminamos la vuelta más fuertes (cfr. "Lema") en siete horas, apurando la última luz del sábado 15 de diciembre en una cafetería de Azkoitia a la que basta poner una jota para imaginarla como parte de un espacio mítico o de Groenlandia: Azkjoitia.
A Patxi también le ponemos una jotas, es el mejor, el irrepetijble.
Volvemos de noche. Con música clásica y B.S.O. amables de películas. A a mí, como secuaz, me toca la última misión del día: no dejar que Asun se duerma relajadamente en el viaje de vuelta.
Esperamos ansiosos más rutas de Patxi.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con tanto asfalto no es de extrañar que Asun se consumiera hasta su tamaño en la primer foto.
Imanol

Ander dijo...

¡Asesino!