El día de Reyes me acordé de Peter. Fue, como corresponde, un día de regalos contra la lógica: no cayó ni una gota cuando habían anunciado lluvias y encontré muchas setas. Esto me “obligó” a recolectar hasta que me detuve, saqué de la mochila el hornillo con el gas, aceite de oliva, sal y una cabeza de ajos -siempre hay que estar preparado para la ocasión-, y me cociné las setas en el Camino. Un buen almuerzo.
Tengo para mí que hay un cuarto Rey Mago, o un paje de pelo blanco y con influencias. Dice la micología que esas setas no salen en enero.
3 comentarios:
Las cosas que llevaban:
El de Quebec, osito. El de Donosti, hornillo, una cabeza de ajos, sal y aceite de oliva.
Y luego nos dicen que nos miremos en el espejo quebecois.
Qué conjugación tan "irregular": yo te quebecúo, tú me quebecúas...
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