La luz resplandece sobre la hierba mojada. Dos peregrinos cerca de Cotorbe. |
El mojón de Cotorbe (léase entre las ortigas). |
Llego a Arca o Pino, me instalo en el albergue de la Xunta, en una litera baja cercana a un matrimonio de Almendralejo. Hago las cosas despacio: la toalla de la ducha y los calcetines recién lavados al secadero de la calefacción (cuidado, que no se convierta en tostadero), internet en el Che 4, cena en el Regueiro (buena y abundante); luego me encuentro con Ángel (peregrino que camina desde Madrid, con el que charlé un buen rato ayer), que me presenta a Aizpea (peregrina de Zarauz) con la que ha caminado charlando hoy. Hablamos hasta el segundo gol del Barça contra el Getafe (Messi), cuando suena la voz de alarma: "¡Que cierran el albergue a las diez!".
Y hablando con el matrimonio vecino de litera, la mujer me cuenta que llevan 35 años casados. Otro nuevo vecino de litera, gallego y residente en Alemania dice: "Mi mujer y yo llevamos 32, pero ella murió hace 18 años". Me recuesto en la litera y leo las pintadas en las tablillas de la litera superior. Las escrituras condensadas de peregrinos a punto de terminar su Camino, conscientes de su meta y de su regreso. Hay una inolvidable de un guasón que firma como Jhonny y dice: "Juan Pablo II no durmió akí".
Duermo sin tapones, a las cuatro y media me despierta el grito del vecino de litera superior, que logra desvelarnos a todos. Desde el grito, sé que no solo habla en sueños (apasionadamente) sino que le chirrían los dientes como una sierra, y que ronca barrita entre el oso y el elefante (pardo, real, no de peluche).
Ya es 11 de abril.
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