miércoles, abril 18, 2012

Camino de Santiago Parte II: De Rabanal del Camino a Pieros (51 km)

Nieva 2 km después de salir de Rabanal del Camino, así que abro el paraguas y camino distraído con el paisaje. Paso a peregrinos que parecen hoy montañeros. Ascendemos a la Cruz de Ferro.
Viernes Santo (6 de abril primaveral) en la Cruz de Ferro.
En el tramo desde la Cruz hasta Manjarín han adecentado una buena pista paralela a la carretera y hoy, además, se camina con moqueta blanca, así que me embalo. Noto cansado el brazo derecho. Camino tan absorto que no me he dado cuenta del peso que ha ganado el paraguas por la nieve cuajada. Sacudo el paraguas, cambio de brazo. Descanso en el Acebo, 17 o 17,5 km después de la salida de Rabanal, en el bar y albergue El Acebo (otro de los que abren en invierno).

Entrada de El Acebo, en febrero de 2007.
La publicidad crece en la entrada de El Acebo.
El Acebo marca la la línea de la nieve. Un poco más bajo, en Riego de Ambros, el paisaje pierde el blanco. Correteo con sensaciones montañeras en el tramo del camino que se convierte en senda vertiginosa con caída a Molinaseca. A las tres de la tarde, en Molinaseca, ya he caminado 25 km y los del Albegue me preguntan dónde tengo intención de parar a dormir.
¿Ponferrada? 7 km, más o menos... Demasiado cerca. ¿Cacabelos? Pero eso me exige llegar al albergue de Cacabelos, 16 o 17 km más. Me dicen que el albergue de Cacabelos está cerrado, y que además están en fiestas, pero 1,5 km después, en el albergue de Pieros: "Te van a tratar muy bien, es vegetariano". Resuelvo llegar a Ponferrada, ya veré qué hago.
Ponferrada es una ciudad fantasma la tarde fría y lluviosa de Viernes Santo. Tomo un café a las cuatro y pico, y decido continuar; en Camponaraya, otro café. Paso veloz por Cacabelos (¿el viento a favor?, ¿el efecto de la cafeína?, ¿el gesto aerodinámico?, ¿la enajenación mental transitoria?...). La velocidad es una impresión falsa, en el kilómetro final, en la subida a Pieros, llevo el combustible en reserva, las piernas atrancadas, los pies recalentados. He pisado mucho asfalto y acera en la entrada y salida de Ponferrada.
El serbal y la luna, el albergue de Pieros, es una maravilla (no haré más publicidad, quiero tener sitio en la próxima peregrinación). Nos hemos juntado una docena de peregrinos (franceses, suecos y españoles). Me preguntan cómo he hecho tantos kilómetros. Porque no pienso cuántos kilómetros voy a hacer cuando desayuno. Si por la mañana me hubieran dicho: "Hoy tienes que caminar 50 km". Hubiera respondido: "¡Anda ya! Ni hablar". El kilometraje me hubiera perseguido hasta la fatiga. Pero te pones en marcha y con pequeñas metas, en tramos de una hora o de dos horas, vas quemando etapas. Y cuando llegas a una meta comprendes que puedes más (o no), y sigues (o no), y en la siguiente puedes otro poco más (o no), y sigues (o no)... Pienso que el peregrino sale a caminar, no sale contando los kilómetros que cumplirá en el día. Las cuentas se hacen por la noche. O no, porque termino la jornada concentrado en los huevos duros sobre unos pimientos del Bierzo con ajillo que son para hacer la ola; y en el abundante cuscús especiado con ajo y almendras, con "bloques" vegetales (cebolla, zanahoria, calabacín); y rascando con la cucharilla donde no hay en el fondo del vaso de un yogur.
Después, parafraseando a Shakespeare en Hamlet, "The rest is silence"; o en versión de sala con literas en un albergue del Camino: nadie ronca.

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