Alguna vez escribí que la gente era más guapa o se quería más (basta con ver a las parejas) en los puertos, en las estaciones de autobús y, sobre todo, desde Casablanca, en las estaciones de tren y en los aeropuertos. Pero hay un escenario de amor más cotidiano y que no necesita tanto viaje (y que eludí con dos formas negativas -1 y 2- y un bis): el de los semáforos.
En los pasos de cebra con semáforo es posible encontrar algunas parejas coordinadas más allá de las pistas de patinaje sobre hielo, los buenos alumnos de las escuelas de baile o del mus. Ese pie llevado al mismo tiempo, ese mirar compartido (¿vendrá algún coche que nos llevará por delante?, ¡"nos"!), esa coordinada llegada al final del paso de cebra, como si nada..., que me hace pensar en cuántos años, cuántos semáforos habrán cruzado con una juntura ante la que muchos patinadores, bailarines o muslaris se inclinarían, respetuosos. Porque la sincronía del amor supera a la de la disciplina.
P.D.: La fotografía me la envía Sergio, que reivindica el amor (motorizado) en los semáforos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario