lunes, marzo 26, 2007

Aislamiento


En 383, el joven Agustín dejó la cálida y bulliciosa Cartago, pasó por Roma y terminó en Milán. Allí encontró al obispo Ambrosio, ¡que leía en silencio! Una novedad sorprendente. Agustín descubrió la existencia perturbadora del diálogo íntimo entre el autor y el lector.
Ahora, en el siglo XXI, leemos en silencio con naturalidad, lo raro es leer en voz alta (¡ay!, lo raro es leer).
Mis primeras lecturas fueron los silabeos de la cartilla en la escuela (mi ma ma me mi ma...). Después los carteles que se ponían a tiro, ahí me apoyaba mucho en la paciencia de mi padre con mis derroches de conocimiento.
-PA-NA-DE...-RIA.
-PES...-CA-DOS.
-TA-BA-COS.
(Insisto en la paciencia infinita de mi padre. Es la única persona en esta tierra que no me ordenó o rogó jamás que me callara cuando me oía cantar).
Un día me encontré con "Whiskería", debajo ponía "Club". Mi padre me explicó qué era aquello.
Visto que ya había aprendido a silabear "Whis" y que la cosa de los carteles se desbordaba, me acercó su libro (no tenía otro). Era la Biblia, no una Biblia. La Nácar Colunga de 1967.
-Lee, y cuando no entiendas algo, me preguntas.
Y empecé a leer en silencio.

P.D.: La imagen está pescada de la siempre visitable página: www.jamillan.com
P.D.2: Mañana escribiré de los autores que desprecian a los lectores silenciosos.

7 comentarios:

Miguel Carvajal dijo...

La crueldad de niños nos empujaba a chinchar a aquellos que no sabían leer en silencio.

Las clases de lectura se convertían en auténticos dramas sociales: aquellos que no vocalizaban, los que se quedaban sin aire, los atropellados o los atascados. Había risas con los que descubrían nuevos sentidos al prescindir de los signos de puntuación.

J. dijo...

También está bién leer -en voz alta o baja- con el dedo. Parece que alguien enciende una cerilla, pero no se escapan las palabras.

eresfea dijo...

La tierna y obstinada literatura digital...

Anónimo dijo...

Tiernos recuerdos, al igual que el niño con el seño fruncido de la imagen, tal vez, lee una parte en la que aparece el malo.
La hija de una amiga pega la nariz en el vidrio del auto y lee en voz alta los carteles de la calle. La madre, atenta, le corrige cuando se confunde las letras, en especial, la "g" por "q". Dejame a mí, vos ya sabes, le dice la nena de seis y medio.
Elotroyo

Anónimo dijo...

J. lee con el dedo y chupando las páginas. Eso ya lo hacía san Agustín.

Anónimo dijo...

Miguel empieza a leer sin dedo (nuevos usos pedagógicos) pero con el mismo tonillo cantarín de siempre(péeeeessss-cáaaa-dooooo). Lo divertido es ver cómo Lucía completa la palabra o la frase por lógica, sin saber leer, mientras que su hermano la mira estupefacto sin entender cómo puede leer tan rápido. Lo mejor es que ella lo mira con recochineo y no lo saca de su error.

eresfea dijo...

Malditas manipuladoras, je, je...