jueves, noviembre 08, 2012

Cuando rovellones... ¡rovellones!

Rovellones en plena actuación, justo antes de oír el "¡coooooorten!"
Hace meses que miro los pinares guipuzcoanos desde lejos con ojos de recolector. Desde las cimas oteo este o aquel perfil de pinar "productivo" y marco en el gepeese de la memoria los lugares que tengo que visitar solo en la quincena mágica del rovellón (Lactarius deliciosus). Ayer, miércoles 7 de noviembre, fue el día: emprendí el camino de Caperucita, pero sin mi cestita, zigzagueando monte arriba y abajo en una ruta nada casual. Con salida de Andoain y llegada a Anoeta, pasé por la cima de Belkoain, por Aduna, por Zizurkil, por Asteasu... En seis horas de marcha, enlacé los hitos de mi memoria en dos mapas, examiné pinares viejos y jóvenes, vi a mucho seterosexual (fracasado) que se acercaba con cestita por el camino de los lobos (los coches aparcados en las curvas de las pistas hábiles).
Llegué a la estación del tren en Anoeta con dos bolsones llenos. Hoy puedo decir que ya tengo dos pinares rovellonescos para los tres o cuatro próximos años. Sin huella humana recolectora. Serán refugios de futuros momentos de felicidad.

Cuando rovellones..., rovellones. Aunque no dejé ahí los pie azules (Lepista nuda) pistonudos ni los hongos (Boletus edulis).

P.D.: Sí, sí, ya sé, guipuchi robasetas robando en su propia casa...

1 comentario:

Sergio dijo...

Quien esté libre de pecado, que tire la primera seta.