Un setal trabajado, ¿al siguiente? Agudeza visual: descubra los dos rovellones aún sin recoger. |
El viernes 16 de noviembre me recibe el burro entusiasmado. Ya me conoce. Rebuzna y viene al galope (¡galopan los burros? Éste parece que sí). Me da unos topetazos mínimos con la cabeza. Quieeeeeto. Se coloca a mi lado y sigue mis movimientos. Recojo los rovellones por setales. Hago un montoncito en cada setal. El burro olisquea las setas que he he rechazado por agusanadas. Algunas están partidas por la mitad. Da un bocado a una. La degusta. La deja. No es un burro rovellonero, como yo. Cuando me marcho, el burro me acompaña hasta la linde del pinar. Es un "hasta pronto". Le rasco un poco la cabeza, la parte de la quijada, y me voy con dos bolsones de rovellones. (No digo el peso para evitar persecuciones). Oigo su rebuzno de despedida.
2 comentarios:
Algún día te van a regalar una cámara con geolocalización en las fotos y la vas a armar.
Este año he probado los níscalos. Por fin he superado la desazón que me producía ver en una seta ese cardenillo que le verdea los lomos y esa meseta tan durica. He seguido una receta de chef de libro caro, tres martes ya, que ha demostrado ser infaliblemente exquisita. Una receta que se reduce a lo que en la Zona Media y la Ribera de Aquí hemos llamado con la aureola de toda la vida "calderete".
Da gusto que los setales tengan genios como tú. Un abrazo.
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