Desde Calzadilla de la Cueza hasta Calzada del Coto el camino de Santiago avanza 27 km más. Hubo un café poderoso en el Club, que no bar, de Ledigos. Hubo bizcocho casero en el Hostal de Moratinos, un lugar alegre por la alegría con que lo regenta una señora alemana (casada con palentino). Y si pienso en los recuerdos de ese día, añado al hombre que limpiaba su tractor y un zorrito cojeando cerca de la carretera.
La limpieza del
tractor con manguera pistola en San Nicolás del Real Camino.
El refugio municipal de Calzada del Coto es una casita de una planta, con 24 literas, baño, dos duchas de agua caliente y hasta un aparato eléctrico que calienta el ambiente cercano. Un gusto. Y está abierto todo el año. Para cenar hay que ir al bar del pueblo, el Estebuga. Y allí llegó lo mejor del día: la noche de Reyes.
La mujer que atendía la barra hablaba con amabilidad y hasta cierta preocupación: que no podía darnos de cenar aún, y eso que ellos siempre preparan unas sopas de ajo y... Que estaba ella sola porque su madre (sospecho: la abuela) había ido con el niño (mantengo la sospecha: su hijo, ergo el nieto de la abuela), así que no podía ir a la cocina. Pero que, en cuanto volviera, su madre nos prepararía algo.
("¿Algo?", decía mi madre, "¡la cola de un galgo!").
Esperamos. En la televisión había un programa concurso bastante competitivo. Arturo Valls preguntaba y, cuando un concursante no acertaba con la respuesta, se abría el suelo bajo los pies del concursante (¡chau!). Antes de que un concursante desapareciera, la camarera respondió que el protagonista del relato El Perseguidor, de Julio Cortázar, era saxofonista. Y desde ese momento los cuatro gatos del Estebuga empezamos a jugar hasta que, entre preguntas y respuestas, nos sirvieron a Alfonso y a mí sopas de ajo y huevos fritos con chorizo; y de postre, yogur.-Eh..., ¿y no tendrán ya roscón de Reyes, verdad?
Verdad. No, no tenían hasta el día siguiente. Pero como era el día de Reyes, no abrían el bar hasta las doce.
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