A las seis de la tarde, Ángel, Imanol, Javier y yo entrábamos con ánimo triunfal en la Grand Place. Erik -El Español en Bélgica y El Belga en España- nos apadrinó, exhibió su "salvoconducto" y nos condujo por la vía rápida en un paseíllo un poco más allá de la virtud ("dar de beber al sediento") hacia la frontera de la ebriedad. Fue, todo hay que decirlo, un camino de seda, sin peajes ni excesos de lúpulo, y que seguimos con entusiasmo y nobleza: Piraat, Arendt, Val-Dieu, St. Bernardus, Kasteel Red (sí, acerezados, qué pasa...), Rochefort, Westmalle y Chimay... Brindamos, bebimos, brindamos, bebimos, brindamos... Hubo tiempo hasta para los marineros con cadenas, la exaltación de la amistad hispanobelganipona y la oración ante la barra trapense.
Fue un comienzo de feria... radical.
Volveríamos el domingo (más enteros).
Ahora paso al singular para contar qué saqué en claro (en rubia): Val-Dieu Triple (9º).
En oscuro (tostado): Val-Dieu Grand Cru (10,5º).
Y en denso "torrefacto": Jessenhofke Biere de Garde (10º).
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