jueves, septiembre 20, 2012

Crónicas flamencas 5: "Los mejores mejillones del mundo"

Que vienen, que vienen (más). Fue un no parar.
El lunes 3 de septiembre, Ángel, Imanol y yo viajamos en tren de Bruselas a Gante. En la estación nos recogió Jef Versele, jefe de la cervecería Van SteenbergeErikEl BelgaEl Español, nos presentó y recomendó el viernes de Feria (viernes de "centauros") y, ¡a pesar de eso!, Jef nos llevó en furgoneta a la cervecería con el embajador mundial 2012 de Gulden Draak y su señora, y guió con entusiasmo la visita desde los caldos en potencia hasta las embotelladas Augustijn, Gulden Draak y Piraat. Muy pedagógico.
Luego, Jef nos llevó en la furgoneta a Holanda, ahí al lado, para invitarnos a comer los mejillones que nos había prometido con una valoración tan rápida y contundente que nos hizo desconfiar: "los mejores del mundo".

Paréntesis: no soy comedor de marisco. Mi paladar es más terrestre (¡vivan los hongos, las lentejas, el chorizo...) o, si se quiere, aéreo (¡viva el foie, vivan las tortolillas...!). Para el marisco tengo el morro torcido, no reconozco la excelencia de los huevos de esturión, no me muero por las nécoras, no se me ponen los ojos en blanco rechupeteando los percebes, las almejas me dejan indiferente (¡bah!, unos... bivalvos pequeños). Sí reconozco una apetencia por el bogavante (mira el tonto, diréis), las vieiras al horno con queso parmesano (excepción bivalva) y por el pulpo, ese ser en tierra de nadie, que lo mismo vive en el mar, adivina resultados de los partidos de fútbol, trabaja en una peli de James Boond o se despista en un garaje.
Pero, como soy un paladar agradecido (guipuzcoano), he comido bateas de mejillón a lo largo de los años. Y el espíritu crítico me hacía dudar, nos hacía dudar. ¿Los mejores? ¿Había alguna conexión desconocida entre este holandés y un bilbaíno?

Pues sí, "los mejores".
Cata previa de mejillones cocinados como escargots (o sea, caracoles a la francesa: a la borguignon). Valoremos las cosas por el principio, los ingredientes: mantequilla sublime, cebolla (¿chalota? finamente picada), perejil, pimienta, ¿ajo? (poco), mejillón de primera calidad. Y muy buena mano con las mezclas y los tiempos.
Nos lanzamos como posesos, y, pos eso, nos pusimos morados. Luego llegaron unos pozales con la receta más clásica de los mejillones. No terminamos el pozal asignado per estómaco. Fue exquisito, fue brutal, fue obelixiaco, fue... mejillonesco.

 
Después, paseo por Gante; todo muy elegante. (Un recuerdo agradecido para Juanjo, del Etxeberria, que puso a Imanol en contacto con Erik, que a su vez nos acercó a Jef).

P.D.: En Bruselas cenamos yogur.

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