Propongo Revolución en el jardín (Reino de Redonda, 2008) como libro único de la asignatura Educación para la Ciudadanía.
Os reiréis con esta excelente antología de textos periodísticos del mexicano Jorge Ibargüengoitia (repítase muchas veces). Y eso es muy serio.
Imprescindible: la crónica que da título al libro y que cuenta sus andanzas en Cuba, en 1964, cuando le concedieron el premio Casa de las Américas por su novela Los relámpagos de agosto.
viernes, febrero 27, 2009
domingo, febrero 22, 2009
Oakorri, Artubi y Balerdi
Prefacio (para leer con mapa)
El recorrido empezó un poco más arriba de Gaintza, en el navarro valle de Araiz. (Antes habíamos redesayunado en Gorrotxategi, Tolosa). Subimos por una senda inverosímil hacia el collado de Ua. Los restos de avalanchas de nieve cubiertas de paja obligaban a esforzarse más… Desde collado de Ua empezó un tobogán amable: ascenso a Oakorri, descenso a Astunalde, subidita a Artubi (almuerzo) y descenso mágico a Balerdi. Ya de retirada, bajamos por el camino de Astunalde, de nuevo a Gaintza. Seis horas de marcha tranquila, una hora de rancho.
Diez imágenes (haced clic sobre ellas para que crezcan), diez comentarios
1. Se abren los telones, al fondo. Empieza la subida.
2. Nuevo descubrimiento medicinal: el avellano arrastrado por aludes y corrimientos de tierras es bueno para las lumbares.
3. Las rampas inverosímiles de las Malloas al pie de Beoain.
4. Salida al collado de Ua: Lourdes y Karmele.
5. Pilar y Patxi, ápodo pero contento, en el collado de Ua.
6. Cumbre de Oakorri (1.306).
7. Cumbre de Artubi (1.262).
8. Homenaje al tanganizado Martín O., desde la cima de Balerdi (1.195).
9. Patxi, indómito y proto-Scarlett O'Hara en Balerdi . (El gesto de la mano es una burda imitación).
10. Paseíllo torero por la famosa cresta de Balerdi.
El recorrido empezó un poco más arriba de Gaintza, en el navarro valle de Araiz. (Antes habíamos redesayunado en Gorrotxategi, Tolosa). Subimos por una senda inverosímil hacia el collado de Ua. Los restos de avalanchas de nieve cubiertas de paja obligaban a esforzarse más… Desde collado de Ua empezó un tobogán amable: ascenso a Oakorri, descenso a Astunalde, subidita a Artubi (almuerzo) y descenso mágico a Balerdi. Ya de retirada, bajamos por el camino de Astunalde, de nuevo a Gaintza. Seis horas de marcha tranquila, una hora de rancho.
Diez imágenes (haced clic sobre ellas para que crezcan), diez comentarios
1. Se abren los telones, al fondo. Empieza la subida.
2. Nuevo descubrimiento medicinal: el avellano arrastrado por aludes y corrimientos de tierras es bueno para las lumbares.
3. Las rampas inverosímiles de las Malloas al pie de Beoain.
4. Salida al collado de Ua: Lourdes y Karmele.
5. Pilar y Patxi, ápodo pero contento, en el collado de Ua.
6. Cumbre de Oakorri (1.306).
7. Cumbre de Artubi (1.262).
8. Homenaje al tanganizado Martín O., desde la cima de Balerdi (1.195).
9. Patxi, indómito y proto-Scarlett O'Hara en Balerdi . (El gesto de la mano es una burda imitación).
10. Paseíllo torero por la famosa cresta de Balerdi.
jueves, febrero 19, 2009
Un recado muy difícil de Lars von Trier
Es difícil, lo sé, pero hace tiempo que no encontraba una provocación semejante. Es un "Manifiesto" titulado Desenfocar, de Lars von Trier:
Défocaliser, Rageleje, 22 de marzo de 2000,
www.films-sans-frontieres.fr/5obstructions/voila.swf
(Y no hagáis clic, que no se deja).
Extraigo los párrafos que Salmon ha incorporado en su libro Storytelling, (Península, 2008), págs. 224 y 225.
"Nos encontramos en busca de una cosa ficcional, no factual. Al estar la ficción limitada por nuestra imaginación, y los hechos por nuestra perspicacia, la parte del mundo que buscamos no puede delimitarse con una "historia", o enfocarse según un "ángulo". El tema que buscamos se encuentra en la misma realidad que inspira a los ahcedores de ficción. Es la realidad que los periodistas piensan describir. Pero no consiguen encontrar ese tema poco común, ya que sus técnicas les ciegan. En realidad no quieren encontrarlo, ya que estas técnicas se han convertido en la meta en sí.
Cuando se descubre o busca una historia, o con más razón un argumento que comunique, se suprime esa historia. Basta para ello poner el énfasis en en una simple regularidad, real o artificial, o presentar al mundo una imagen puzzle cuyas soluciones han sido elegidas por adelantado. La historia, el argumento, la revelación y la sensación nos han robado ese tema: el resto del mundo, que nos es tan fácil de transmitir, ¡pero sin el cual no podemos vivir!
El enemigo es la historia. El tema, presentado a pesar de toda decencia. Pero también es el hecho de que la importancia de un argumento esté supuestamente sometida a la evaluación del espectador, a grandes golpes de puntos de vista y de hechos, contrapesados por sus antítesis. Es la veneración del contorno, todopoderoso, en detrimento del tema del que proviene. Este tema, que quizá sea el verdadero tesoro de la vida, se ha volatilizado ante nuestros ojos. ¿Cómo redescubrirlo? ¿Cómo transmitirlo, descubrirlo? El desafío último es ver sin mirar: ¡desenfocar! En un mundo en el que los medios de comunicación se prosternan ante el altar de la nitidez, y al hacerlo se vacían la vida de toda vida, el desenfocador será el comunicador de nuestra época -¡ni más ni menos!".
Disculpadme, pero he pensado en cuatro amigos leyendo esto. Sólo por ellos lo he copiado. Lars von Trier reclama la sabiduría narrativa, la sabiduría.
Défocaliser, Rageleje, 22 de marzo de 2000,
www.films-sans-frontieres.fr/5obstructions/voila.swf
(Y no hagáis clic, que no se deja).
Extraigo los párrafos que Salmon ha incorporado en su libro Storytelling, (Península, 2008), págs. 224 y 225.
"Nos encontramos en busca de una cosa ficcional, no factual. Al estar la ficción limitada por nuestra imaginación, y los hechos por nuestra perspicacia, la parte del mundo que buscamos no puede delimitarse con una "historia", o enfocarse según un "ángulo". El tema que buscamos se encuentra en la misma realidad que inspira a los ahcedores de ficción. Es la realidad que los periodistas piensan describir. Pero no consiguen encontrar ese tema poco común, ya que sus técnicas les ciegan. En realidad no quieren encontrarlo, ya que estas técnicas se han convertido en la meta en sí.
Cuando se descubre o busca una historia, o con más razón un argumento que comunique, se suprime esa historia. Basta para ello poner el énfasis en en una simple regularidad, real o artificial, o presentar al mundo una imagen puzzle cuyas soluciones han sido elegidas por adelantado. La historia, el argumento, la revelación y la sensación nos han robado ese tema: el resto del mundo, que nos es tan fácil de transmitir, ¡pero sin el cual no podemos vivir!
El enemigo es la historia. El tema, presentado a pesar de toda decencia. Pero también es el hecho de que la importancia de un argumento esté supuestamente sometida a la evaluación del espectador, a grandes golpes de puntos de vista y de hechos, contrapesados por sus antítesis. Es la veneración del contorno, todopoderoso, en detrimento del tema del que proviene. Este tema, que quizá sea el verdadero tesoro de la vida, se ha volatilizado ante nuestros ojos. ¿Cómo redescubrirlo? ¿Cómo transmitirlo, descubrirlo? El desafío último es ver sin mirar: ¡desenfocar! En un mundo en el que los medios de comunicación se prosternan ante el altar de la nitidez, y al hacerlo se vacían la vida de toda vida, el desenfocador será el comunicador de nuestra época -¡ni más ni menos!".
Disculpadme, pero he pensado en cuatro amigos leyendo esto. Sólo por ellos lo he copiado. Lars von Trier reclama la sabiduría narrativa, la sabiduría.
martes, febrero 17, 2009
Gambo invernal
El 25 de julio de 2007, Javi y yo jugábamos en la excursión veraniega con palabras "africanas". Todo empezó con la cima del Gambo. Dígase "¡Gambo Gambo!" y ya está... Pero, claro, el pulsómetro de Javi cantaba 180 por minuto en la rampa final (¡rampa rampa!). Luego, en un cordal algo indefinido, bajamos/subimos a Uzkuiti. ¿Qué es eso de bajar/subir? Suena a timo (¡tongo tongo!). Y así hasta...
El domingo 15 (día del cumpleaños de Lucía), Asun, Juanjo, Patxi, Álvaro y yo repetimos esa excursión con palabras "africanas" y la añadidura de las emociones invernales: nieve y luz de invierno en un maravilloso día despejado. Renunciamos, eso sí, a dos cumbres de aquel verano: Etitzegi y Larraone.
Si alguien mira en un mapa, el recorrido parte de la pista de Berazeaga, salva el arroyo por el puente de madera, y asciende por el clásico y montañero camino de minas hasta la fuente y abrevadero de Pardeluts. Desde allí, sin huella muy evidente, se sube al collado de Lizaso y se alcanza la meta: Gambo. Luego, la bajada hacia Uzkuiti. Lo más duro del día es, probablemente, la bajada hasta Muitze, donde se enlaza con el camino menos conocido del Txindoki. Antes de llegar al salto de agua de Muitze, se desciende a la derecha (nordeste), por la cara herbosa y noroeste de Larraone. Pronto se dibuja la vieja senda empedrada entre hayas y, tras una zona repoblada con abetos y hayas, se llega a la parte alta de la misma pista de Berazeaga donde dejamos el coche. El último tramo son veinte minutos de cómodo descenso por pista con la sorpresa de un espantapájaros que debería aparecer en los mapas (¡qué miedo!). La vuelta se completa en seis horas con un paso muy tranquilo (como dirían los comentaristas de la selección española de fútbol: gozón).
Algunas leyendas para las imágenes
Cerca del collado de Lizaso, una especie de dolina mostraba un dibujo en la nieve que me recordaba la papada de las ballenas azules (que vuestra imaginación trabaje antes de hacer clic).
Trepada final: rampa-rampa.
En Gambo (1.412), donde le dimos al queso, al foie, al chorizo salmantino... Y todo eso regado con vino de bota y un reconfortante caldo caliente.
Hacia Uzkuiti. Gestos elásticos. Esa subida que es bajada... Y Txindoki como telón de fondo.
En Uzkuiti (1.332).
El domingo 15 (día del cumpleaños de Lucía), Asun, Juanjo, Patxi, Álvaro y yo repetimos esa excursión con palabras "africanas" y la añadidura de las emociones invernales: nieve y luz de invierno en un maravilloso día despejado. Renunciamos, eso sí, a dos cumbres de aquel verano: Etitzegi y Larraone.
Si alguien mira en un mapa, el recorrido parte de la pista de Berazeaga, salva el arroyo por el puente de madera, y asciende por el clásico y montañero camino de minas hasta la fuente y abrevadero de Pardeluts. Desde allí, sin huella muy evidente, se sube al collado de Lizaso y se alcanza la meta: Gambo. Luego, la bajada hacia Uzkuiti. Lo más duro del día es, probablemente, la bajada hasta Muitze, donde se enlaza con el camino menos conocido del Txindoki. Antes de llegar al salto de agua de Muitze, se desciende a la derecha (nordeste), por la cara herbosa y noroeste de Larraone. Pronto se dibuja la vieja senda empedrada entre hayas y, tras una zona repoblada con abetos y hayas, se llega a la parte alta de la misma pista de Berazeaga donde dejamos el coche. El último tramo son veinte minutos de cómodo descenso por pista con la sorpresa de un espantapájaros que debería aparecer en los mapas (¡qué miedo!). La vuelta se completa en seis horas con un paso muy tranquilo (como dirían los comentaristas de la selección española de fútbol: gozón).
Algunas leyendas para las imágenes
Cerca del collado de Lizaso, una especie de dolina mostraba un dibujo en la nieve que me recordaba la papada de las ballenas azules (que vuestra imaginación trabaje antes de hacer clic).
Trepada final: rampa-rampa.
En Gambo (1.412), donde le dimos al queso, al foie, al chorizo salmantino... Y todo eso regado con vino de bota y un reconfortante caldo caliente.
Hacia Uzkuiti. Gestos elásticos. Esa subida que es bajada... Y Txindoki como telón de fondo.
En Uzkuiti (1.332).
lunes, febrero 16, 2009
Los temporales
Metaperegrinación.
Desde Villadangos del Páramo, cerca de León, el 1 de febrero caminé 26 km hasta Astorga. Dejó de nevar en San Justo de la Vega, cuando faltaban poco más de 3 km para la meta de la jornada, Astorga. En el tramo de la línea marrón, donde el Camino discurría junto a la carretera, muchos coches saludaban con bocinazos. Ahí me entró cierta responsabilidad… ¡Ostrás! Dejaba de ser yo solo, yomismoconmimecanismo, me convertía en el peregrino de otros.
Temas de reportaje
Desde la Laguna a Cebreiro, la nieve no me dejaba ver bien, pero tampoco había mucho que ver, no había senda. Así que hice una ascensión libre, orientado por la memoria de otras subidas en esta montaña. El 4 de febrero, en el bar de Cebreiro comí pan gallego y tomé café con leche, mientras la familia que atiende el bar terminaba de comer y veía la 2, un documental de la fauna africana.
En ese momento, no sabíamos que éramos noticia.
Al día siguiente éramos reportaje.
Y leímos en el Progreso de Lugo que un peregrino malagueño había recurrido a la Guardia Civil unos kilómetros más adelante ante el temporal (miedo escénico, que diría Valdano). Esa noche de temporal dormimos cuatro peregrinos en el cálido albergue de peregrinos de Cebreiro. El 5 de enero, por la mañana, fui el último peregrino en pasar por el alto del Poio, 8 km más allá de ese desayuno con pan gallego que me retuvo en el bar de Cebreiro. Los periodistas de La Voz de Galicia seguían detrás de la noticia: secuelas del temporal, tono de reportaje.
Fotografiaron y preguntaron al peregrino de Vitigudino (Salamanca).
Preguntaban a la señora del bar, le hicieron fotografías… Cuando pedía mi café con leche y magdalena miré de refilón las notas del periodista Rubén, le hice un comentario al fotógrafo ("¡jo, qué máquina!"). Me senté. En el bar, estábamos la señora, la moza que ayuda en el bar, los dos periodistas y yo.
La señora contó muchas cosas y me agradó el tono amable, casi entrañable, de preguntar y de hablar del periodista Rubén. En un momento, la señora dijo que preparaba bocadillos de queso y miel para los peregrinos.
-¡Queso y miel! –exclamé, no me pude contener.
Al día siguiente, cuando leí La Voz, no encontré los bocadillos. Pero me alegró ver la fotografía con el peregrino de Santa Bárbara (California).
Pensé que yo hubiera “interceptado” a los cuatro (en este caso cinco) peregrinos del día. Bastaba apostarse a una hora adecuada en el bar del alto del Poio, sin madrugar, como les gusta a los periodistas, mirar por la ventana e ir esperándolos. Luego pensé que ese reportaje ya estaría escrito muchas veces, como el del temporal de nieve.
Desde Villadangos del Páramo, cerca de León, el 1 de febrero caminé 26 km hasta Astorga. Dejó de nevar en San Justo de la Vega, cuando faltaban poco más de 3 km para la meta de la jornada, Astorga. En el tramo de la línea marrón, donde el Camino discurría junto a la carretera, muchos coches saludaban con bocinazos. Ahí me entró cierta responsabilidad… ¡Ostrás! Dejaba de ser yo solo, yomismoconmimecanismo, me convertía en el peregrino de otros.
Temas de reportaje
Desde la Laguna a Cebreiro, la nieve no me dejaba ver bien, pero tampoco había mucho que ver, no había senda. Así que hice una ascensión libre, orientado por la memoria de otras subidas en esta montaña. El 4 de febrero, en el bar de Cebreiro comí pan gallego y tomé café con leche, mientras la familia que atiende el bar terminaba de comer y veía la 2, un documental de la fauna africana.
En ese momento, no sabíamos que éramos noticia.
Al día siguiente éramos reportaje.
Y leímos en el Progreso de Lugo que un peregrino malagueño había recurrido a la Guardia Civil unos kilómetros más adelante ante el temporal (miedo escénico, que diría Valdano). Esa noche de temporal dormimos cuatro peregrinos en el cálido albergue de peregrinos de Cebreiro. El 5 de enero, por la mañana, fui el último peregrino en pasar por el alto del Poio, 8 km más allá de ese desayuno con pan gallego que me retuvo en el bar de Cebreiro. Los periodistas de La Voz de Galicia seguían detrás de la noticia: secuelas del temporal, tono de reportaje.
Fotografiaron y preguntaron al peregrino de Vitigudino (Salamanca).
Preguntaban a la señora del bar, le hicieron fotografías… Cuando pedía mi café con leche y magdalena miré de refilón las notas del periodista Rubén, le hice un comentario al fotógrafo ("¡jo, qué máquina!"). Me senté. En el bar, estábamos la señora, la moza que ayuda en el bar, los dos periodistas y yo.
La señora contó muchas cosas y me agradó el tono amable, casi entrañable, de preguntar y de hablar del periodista Rubén. En un momento, la señora dijo que preparaba bocadillos de queso y miel para los peregrinos.
-¡Queso y miel! –exclamé, no me pude contener.
Al día siguiente, cuando leí La Voz, no encontré los bocadillos. Pero me alegró ver la fotografía con el peregrino de Santa Bárbara (California).
Pensé que yo hubiera “interceptado” a los cuatro (en este caso cinco) peregrinos del día. Bastaba apostarse a una hora adecuada en el bar del alto del Poio, sin madrugar, como les gusta a los periodistas, mirar por la ventana e ir esperándolos. Luego pensé que ese reportaje ya estaría escrito muchas veces, como el del temporal de nieve.
La tentación de la poltrona
La vida física discurre entre dos tentaciones: la de la mínima energía y la del máximo desorden. Gracias a la termodinámica nos parecemos mucho a una bolsa de canicas: esa tendencia a caer (a perder energía potencial) y a desparramarse por todos los lados.
Nos lo pide el cuerpo:
-el “Preferiría no hacerlo”, de Bartleby;
-y el apoltronarnos.
(Gran enseñanza de mi abuelo, que se sentaba para cocinar:
“Lo que puedas hacer sentau, no lo hagas de pie,
Lo que puedas hacer tumbau, no lo hagas sentau”).
¡Qué peligro vivir como canicas!
En la imagen la estatua del peregrino, sentau, frente al Hostal San Marcos, en León.
En este vínculo de Ander, un modelo (en singular) contra la tentación de la poltrona: Agustín Egurral.
P.D.: Otro caso, el ejemplo de Serapia y el saber mirar (y escuchar, y pensar) de Sergio.
Nos lo pide el cuerpo:
-el “Preferiría no hacerlo”, de Bartleby;
-y el apoltronarnos.
(Gran enseñanza de mi abuelo, que se sentaba para cocinar:
“Lo que puedas hacer sentau, no lo hagas de pie,
Lo que puedas hacer tumbau, no lo hagas sentau”).
¡Qué peligro vivir como canicas!
En la imagen la estatua del peregrino, sentau, frente al Hostal San Marcos, en León.
En este vínculo de Ander, un modelo (en singular) contra la tentación de la poltrona: Agustín Egurral.
P.D.: Otro caso, el ejemplo de Serapia y el saber mirar (y escuchar, y pensar) de Sergio.
sábado, febrero 14, 2009
El monumento al cartero Alfredo. (No lo hagáis)
El peregrino había visto la desmesura de los homenajes montevideanos y tiene a la derecha el mojón que indica que sólo le quedan 57 km para llegar a Santiago; acaba de entrar en La Coruña, y a la izquierda, en el jardín de una casa, descubre una especie de menhir alzado.
En un primer vistazo, después de las pallozas de Cebreiro (la veritable aldea gala de Astérix y Obélix), ese menhir no extraña demasiado. Pero la placa de atornillada en la roca da otro sentido al monumento. La placa dice:
“MONUMENTO AL CARTERO ALFREDO”. No bastó con el clásico Oscar de pega (Al mejor cartero), o con una pluma estilográfica de ésas que no se usan jamás, o con un llavero gracioso… No, había que ponerse megalítico.
En fin, bienaventurado el cartero Alfredo, que tiene una rima fantástica y un jardín donde hincar el regalo.
Corolario: si alguna vez os veis en la duda ante la jubilación o la retirada de un ser querido del trabajo, no hagáis como los presuntos compañeros/amigos de Alfredo. No lo hagáis, por favor, no lo hagáis.
jueves, febrero 12, 2009
Tres homenajes en el Camino de Santiago. Y un mojón
miércoles, febrero 11, 2009
Camino
Soy un hombre transportable. No tengo bicicleta, moto, coche, camión, tractor… Sé que somos pocos, sé que piensan que somos unos tarados, sé que tienen bastante razón. Dicho de otra forma: soy un tipo que no se conduce/maneja a sí mismo, alguien que depende de los demás para viajar.
Mi amigo Simón G., en una situación parecida, se ha hecho experto en taxistas.
A mí me saludan algunos chóferes de autobús.
Coincidimos en que el jefe no es el que conduce/maneja un coche, ni siquiera quien pilota el avión; aunque algunos conducen manejan coches como si pilotaran aviones. El lujo es que te lleven. Sentarte en la parte de atrás, elegir la música (últimamente Pink Martini) y el destino, poder dormir en viaje, si se tercia… Así que cuando el domingo 18 de enero vi aquel cerdo de la fotografía, como podéis imaginar, me sentí muy identificado.
Que me lleven en tractor es un lujazo, pero me gusta es caminar...
Llegué a León el 31 de enero y reconozco que también me llevaron, yo no conduje/manejé el tren. Sin la opción de que me llevaran, sin música, solo, empecé a caminar. Disfruté dos temporales de nieve; encontré peregrinos coreanos y japoneses (para mí, una especie nueva de peregrino invernal); abusé, como siempre, del caldo y del pan gallego; padecí/padezco una tendinitis desde el segundo día… Peregriné a Santiago de Compostela. Llegué el 9 de febrero.
P.D.: Las imágenes son del puente de Hospital de Órbigo, en León (día 2) y del amanecer (no sé si zulú) en el alto de Cebreiro, en Lugo (día 6). El perro mira la puerta abierta del restaurante. ¡Oh!
viernes, febrero 06, 2009
El chancho viaja, eresfea peregrina
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