miércoles, octubre 27, 2010
Herramientas de EGR: el apoyo polivalente
Arquímedes dijo, no sé por qué lo imagino exclamando: “¡Dadme, dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra!”. El EGR muestra, ahí lo tenéis, intenciones más modestas en el apoyo. La agudeza visual de algunos permitirá distinguir Macroplepiota procera y Lepista nebularis, o sea: lampernas, galampernas, parasoles, apagadores, matacandelas, lepiotas; pardillas, grisetas, ilarrakas. Otros (quizá quienes jamás vieron una imagen en 3D en aquellas láminas de moda en los 90) se consolarán como agoreros: EGR está acabado; EGR malo; se dio a la bebida; si sigue así..., terminará “tirado en el arroyo”. Bien, he de decir que la imagen muestra otras virtudes del Arroyo: a falta de bastón, siempre se puede recurrir a la botella de bebida isotónica como elemento de apoyo y no quedar tirado. A eso se le llama elemento polivalente, y te deja polivaliente después de beber el contenido.
Esta imagen del 22 de octubre desmiente algunos tópicos vinculados a los seteros que se mostrarán estos días en los periódicos (otoñea y toca reportaje de setas en los suplementos):
-El uso de bastón no forma parte del perfil obligatorio.
-La cesta de Caperucita se sustituye por las bolsas de tela (polivalentes y más discretas), que se pueden revolear para la difusión de esporas; y por la mochila manoslibres (recomiendo una capacidad de 40 litros), tuneada con un tupper enorme en el interior, que da rigidez y capacidad para depositar las bolsas de tela llenas de…, y permite portear el isostar polivalente, cocina, hornillo de gas y otros elementos (huevos, aceite de oliva, pimentón de La Vera para los rovellones, pimienta…).
-La soledad del setero de fondo. No sé por qué se identifica al setero con un solitario huidizo y egoísta que se escabulle de las miradas para no compartir su botín. EGR trabaja acompañado sin problema, ¡incluso acompañado de navarros!
Alguno dirá: “EGR muestra un paisaje que conozco. Voy p’allá a por setas”. A ver…, EGR es un catálogo de errores en sí mismo, y no tiene problemas en confesar que el lugar de la imagen es el entorno de Beluta, en el extremo más suave de las Malloas y accesible en coche desde Baraibar. Y lo cuenta, entre otras cosas, porque allí guisó (lepiotas con tocineta y cata de ilarrakas en revuelto) y almorzó en compañía de Asun, que fotografió; mas no recogió. La recogida fue en otros pagos; navarros, of course.
P.D.: Si has visto en la fotografía los rovellones, vamos bien; si has visto otra diferente y sabes cómo se llama... ¡matrícula de honor!
P.D.2: Ander trae a Tom Jones a favor del uso de la cesta. Merece la pena escuchar otros argumentos.
martes, octubre 26, 2010
La semana mágica
Arce, fresno, roble, haya... Pilar tomó la fotografía el sábado en la ladera sur de la sierra de Leire.
Cervantes escribió que las estaciones eran: primavera, verano, estío, otoño e invierno. Quien quiera comprender lo del estío puede mirar el paisaje manchego en tiempo de rastrojeras a la espera de la vendimia... con el sol en la nuca (conviene no olvidar el botijo).
Yo incrustaría el otoño del color en el bosque dentro del otoño oficial (me encantaría encontrar una palabra corta, como estío, para referirme a ese momento). Porque, sí, el otoño empezó hace más de un mes, y, sí, dentro de una semana, durará más de otro mes... Y reconozco más complicaciones: esta semana mágica no se puede fijar en el calendario con antelación cuando el clima tiene sus caprichos; y me refiero al otoño del bosque atlántico en el País Vasco y Navarra (el omphalos de mi semana mágica).
Las señales empiezan con los arces rojos y amarillos, poco a poco los chopos amarillean, llega el fin de la temporada de castañas XXL, los robles dibujan abanicos marcando desniveles de color en las laderas y, para cuando te quieres enterar, ¡zaca!, ya se han caído las hojas de las hayas y sanseacabó.
(El micófago comprende entonces que terminó la temporada de hongos, que se refugiará en rovellones tardíos y negrillas bajo los pinos, en pie violetas y gamuzas...; que se abre el tiempo de espera para las setas primaverales de pradera).
En fin, sólo aviso de una de las noticias que más me llenan del año: la semana mágica de los colores en los bosques de otoño. Y no tiene nada que ver con El Corte Inglés.
P.D.: Dentro de una semana me empezarán a decir que tenemos que ir a Irati...
Cervantes escribió que las estaciones eran: primavera, verano, estío, otoño e invierno. Quien quiera comprender lo del estío puede mirar el paisaje manchego en tiempo de rastrojeras a la espera de la vendimia... con el sol en la nuca (conviene no olvidar el botijo).
Yo incrustaría el otoño del color en el bosque dentro del otoño oficial (me encantaría encontrar una palabra corta, como estío, para referirme a ese momento). Porque, sí, el otoño empezó hace más de un mes, y, sí, dentro de una semana, durará más de otro mes... Y reconozco más complicaciones: esta semana mágica no se puede fijar en el calendario con antelación cuando el clima tiene sus caprichos; y me refiero al otoño del bosque atlántico en el País Vasco y Navarra (el omphalos de mi semana mágica).
Las señales empiezan con los arces rojos y amarillos, poco a poco los chopos amarillean, llega el fin de la temporada de castañas XXL, los robles dibujan abanicos marcando desniveles de color en las laderas y, para cuando te quieres enterar, ¡zaca!, ya se han caído las hojas de las hayas y sanseacabó.
(El micófago comprende entonces que terminó la temporada de hongos, que se refugiará en rovellones tardíos y negrillas bajo los pinos, en pie violetas y gamuzas...; que se abre el tiempo de espera para las setas primaverales de pradera).
En fin, sólo aviso de una de las noticias que más me llenan del año: la semana mágica de los colores en los bosques de otoño. Y no tiene nada que ver con El Corte Inglés.
P.D.: Dentro de una semana me empezarán a decir que tenemos que ir a Irati...
martes, octubre 19, 2010
Alba
Algún que otro domingo nos ponemos domingueros. Fue el pasado 17 de octubre. La nubosidad en Guipúzcoa era digna de frontal si entrábamos en un bosque. Así que Lourdes, Pilar, Álvaro, Ángel, Perni y yo fuimos hacia el sur. Llegamos a Pamplona y, desde allí, el norte se veía oscuro, pero no tanto... Además los informes meteorológicos anunciaban mejoría por la tarde. O sea, había que dar tiempo al tiempo, y paramos a desayunar en el bar y supermercado Valentín, en Zubiri.
(Recomendables las tostadas clásicas y las de jamón; el café buenísimo).
De allí a Eugui. "Descubierta" por un hayedo cercano al pueblo, donde hace años salían muchos hongos. Hoy entran y salen demasiados seteros con vocación EGR y el hayedo no da mucho, pero algo ofreció: ilarrakas, tres hongos, tres pie azules, lepiotas. Una vez cubiertas las necesidades micológicas mínimas para la cena, seguimos en coche hasta el collado de Urkiaga, donde empezó la segunda parte de la excursión dominguera. Íbamos a subir Okoro, pero el ventarrón del norte gélido trajo de nuevo nubes densas a las cimas y sólo quedaba la cumbre de Alba (1.074) como testigo en la grisura del macizo de Okoro. La cumbre es para niños: un promontorio de areniscas rosadas con excelente panorámica. Pero, nada más llegar a la cima, entró la nube y hubo que esperar, con caldo, almendras y bananas, para hacer una fotografía con vistas. La fotografía es de Pilar y ella la tituló con muy buen criterio "Bajando de Alba Aitz".
Añado: almorzamos al socaire y en el regreso recogimos unos hongos, pero no diré dónde.
(Recomendables las tostadas clásicas y las de jamón; el café buenísimo).
De allí a Eugui. "Descubierta" por un hayedo cercano al pueblo, donde hace años salían muchos hongos. Hoy entran y salen demasiados seteros con vocación EGR y el hayedo no da mucho, pero algo ofreció: ilarrakas, tres hongos, tres pie azules, lepiotas. Una vez cubiertas las necesidades micológicas mínimas para la cena, seguimos en coche hasta el collado de Urkiaga, donde empezó la segunda parte de la excursión dominguera. Íbamos a subir Okoro, pero el ventarrón del norte gélido trajo de nuevo nubes densas a las cimas y sólo quedaba la cumbre de Alba (1.074) como testigo en la grisura del macizo de Okoro. La cumbre es para niños: un promontorio de areniscas rosadas con excelente panorámica. Pero, nada más llegar a la cima, entró la nube y hubo que esperar, con caldo, almendras y bananas, para hacer una fotografía con vistas. La fotografía es de Pilar y ella la tituló con muy buen criterio "Bajando de Alba Aitz".
Añado: almorzamos al socaire y en el regreso recogimos unos hongos, pero no diré dónde.
miércoles, octubre 13, 2010
EGR
El Guipuchi Robasetas, también conocido como El Giputxi Robasetas (EGR), lamentaba no actualizar el blog desde... Pero es octubre y está a lo suyo (con mucho éxito y aprovechamiento).
Viernes: zizas en Navarra.
Domingo: lepiotas en Navarra.
Lunes: setas de cardo en Navarra.
Martes: Hongos entre Guipúzcoa y Navarra.
(Que esto es un no parar).
P.D.: El sábado llovía mucho.
Viernes: zizas en Navarra.
Domingo: lepiotas en Navarra.
Lunes: setas de cardo en Navarra.
Martes: Hongos entre Guipúzcoa y Navarra.
(Que esto es un no parar).
P.D.: El sábado llovía mucho.
martes, octubre 05, 2010
Pirineos calizos: Llana del Bozo
El domingo, Asun, Lourdes, Pilar y yo ascendimos a la Llana del Bozo (2.566).
Fue una subida pesada, porque el viento constante del sur era capaz de sorprendernos con rachas violentas que se hicieron muy pesadas en el tramo final de la pedrera de acceso al collado Wallon o Napazal (2.330), un viento que el buen Félix Rodríguez de la Fuente quizá calificaría como al alcaudón, o sea: inmisericorde.
Accedimos a la vía normal del sur desde el Valle de Napazal (1.500). Subimos hasta el abrevadero seco (pero con un manantial a unos metros) que marca el punto de separación de las dos sendas; por la derecha (nordeste) arranca la subida a Aspe; por la izquierda (noroeste), Llana del Bozo y Llana de la Gargata comparten la senda de subida hasta el collado de Napazal.
Desde la cima, las vistas eran hermosas y dudamos: ¿bajamos por la arista oeste hacia el collado de Aisa?
Inicio de la bajada. Al fondo, el Midi Ossau.
El descenso hacia el valle de Napazal.
Tomamos la decisión de volver sobre nuestros pasos, como se ve en las fotografías. Al menos hasta el refugio de El Cubillar (1.800), donde repostamos convenientemente.
Una variante muy hermosa de bajada cae entre el refugio de El Cubillar y el comienzo de la subida al collado del Bozo (al oeste). Se baja al extremo norte del valle de Napazal y se puede admirar una faja rocosa sobre la que se dibujan las moles calizas de las dos Llanas: la del Bozo y la de la Garganta (que queda para otra ocasión).
Y, por las campas, champiñoneamos un rato.
Búsqueda setera por la zona de Rigüelo. Al fondo, las Llanas.
Fue una subida pesada, porque el viento constante del sur era capaz de sorprendernos con rachas violentas que se hicieron muy pesadas en el tramo final de la pedrera de acceso al collado Wallon o Napazal (2.330), un viento que el buen Félix Rodríguez de la Fuente quizá calificaría como al alcaudón, o sea: inmisericorde.
Accedimos a la vía normal del sur desde el Valle de Napazal (1.500). Subimos hasta el abrevadero seco (pero con un manantial a unos metros) que marca el punto de separación de las dos sendas; por la derecha (nordeste) arranca la subida a Aspe; por la izquierda (noroeste), Llana del Bozo y Llana de la Gargata comparten la senda de subida hasta el collado de Napazal.
Desde la cima, las vistas eran hermosas y dudamos: ¿bajamos por la arista oeste hacia el collado de Aisa?
Inicio de la bajada. Al fondo, el Midi Ossau.
El descenso hacia el valle de Napazal.
Tomamos la decisión de volver sobre nuestros pasos, como se ve en las fotografías. Al menos hasta el refugio de El Cubillar (1.800), donde repostamos convenientemente.
Una variante muy hermosa de bajada cae entre el refugio de El Cubillar y el comienzo de la subida al collado del Bozo (al oeste). Se baja al extremo norte del valle de Napazal y se puede admirar una faja rocosa sobre la que se dibujan las moles calizas de las dos Llanas: la del Bozo y la de la Garganta (que queda para otra ocasión).
Y, por las campas, champiñoneamos un rato.
Búsqueda setera por la zona de Rigüelo. Al fondo, las Llanas.
Pirineos calizos: Lenito
Asun, Lourdes, Pilar y yo ascendimos el sábado a Lenito (2.339) por su cara sur (una vía que se nos resistió el pasado invierno).
Salimos un poco más adelante del cruce que marca el desvío a Gabardito en la carretera que se adentra en la Selva de Oza (950). O un poco antes del centro de interpretación del "megalitismo". El camino se hace incómodo, tal vez por el calor del viento sur entre los pinares, o por esa sensación de pista abandonada... Pero da un descansillo entre campas y hayedos. A partir de ahí la senda, más montañera, sube con la meta evidente del collado bajo de Lenito (1.716).
Desde el collado no hay pérdida: los hitos marcan la ruta siempre al norte, y disfrutamos del fuerte viento sur en nuestras espaldas. La pendiente se puede ver dibujada en las curvas de nivel de los mapas, en la práctica se apoyan las manos en algunos pasos calizos. Fácil en seco.
La subida tiene algo de tobogán en el tramo previo al collado de Lenito (2.197) con la Forca a la izquierda (oeste) y Lenito a la derecha (este). Poco más de tres horas de ascensión.
En la cima, al socaire, cocinamos las setas recogidas en la subida (rovellones, algunos champiñones, la primera lepiota de la temporada, algunos bejines...). Las comemos con huevos fritos, chorizo y queso. Todo remojado con la ayuda de nuestro isostar favorito: el Colegiata 2009, ¡ese tinto!
Aquí está Asun resistiendo el ventarrón en una de las puntas de Lenito.
Y la bajada nos deja asombrados...
Volvemos por la ladera norte, se bajan tres "escalones" preciosos hasta llegar en dos horas y media al Camping de la Selva de Oza (1.140). Una vez en el asfalto, Pilar para una camioneta y la bajan más allá de la Boca del Infierno (cinco kilómetros) para volver en su coche y recogernos a los demás. (¡Or-ga-ni-za-ción!).
Salimos un poco más adelante del cruce que marca el desvío a Gabardito en la carretera que se adentra en la Selva de Oza (950). O un poco antes del centro de interpretación del "megalitismo". El camino se hace incómodo, tal vez por el calor del viento sur entre los pinares, o por esa sensación de pista abandonada... Pero da un descansillo entre campas y hayedos. A partir de ahí la senda, más montañera, sube con la meta evidente del collado bajo de Lenito (1.716).
Desde el collado no hay pérdida: los hitos marcan la ruta siempre al norte, y disfrutamos del fuerte viento sur en nuestras espaldas. La pendiente se puede ver dibujada en las curvas de nivel de los mapas, en la práctica se apoyan las manos en algunos pasos calizos. Fácil en seco.
La subida tiene algo de tobogán en el tramo previo al collado de Lenito (2.197) con la Forca a la izquierda (oeste) y Lenito a la derecha (este). Poco más de tres horas de ascensión.
En la cima, al socaire, cocinamos las setas recogidas en la subida (rovellones, algunos champiñones, la primera lepiota de la temporada, algunos bejines...). Las comemos con huevos fritos, chorizo y queso. Todo remojado con la ayuda de nuestro isostar favorito: el Colegiata 2009, ¡ese tinto!
Aquí está Asun resistiendo el ventarrón en una de las puntas de Lenito.
Y la bajada nos deja asombrados...
Volvemos por la ladera norte, se bajan tres "escalones" preciosos hasta llegar en dos horas y media al Camping de la Selva de Oza (1.140). Una vez en el asfalto, Pilar para una camioneta y la bajan más allá de la Boca del Infierno (cinco kilómetros) para volver en su coche y recogernos a los demás. (¡Or-ga-ni-za-ción!).
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