Un niña con la mirada en sus chancletas y una señora muy mayor esperan el ascensor. El ascensor y yo llegamos a la vez. "Quinto", "séptimo", "octavo", decimos sucesivamente los vecinos cuando cada uno pulsa el botón de su piso.
-No intentes meterte en la basura -dice la señora mayor a la niña.
Yo debo de poner cara de no entender y la señora me cuenta que la niña ha tirado la basura con las llaves en la mano y se le han caído al contenedor, que no las ha podido recuperar, que la niña acaba de contárselo a su madre por el interfono, desde el portal. La señora se vuelve a la niña e insiste:
-No se te ocurra meterte en el contenedor de basura, que a lo mejor no puedes salir.
Quinto. Se abren las puertas del ascensor.
-Mamá hará otra copia y ya está -digo a la niña con ánimo reparador.
Ella se va arrastrando las chancletas, no parece muy convencida. (Como tenga tres disgustos se va a quedar sin suelas).
La señora me mira con recelo, como si hubiera apartado a la niña de una lección de vida fundamental. Séptimo. "Adiós", "Adiós".
Octavo. Echo mano al bolsillo y me siento tan satisfecho de encontrar las llaves... Pienso en una lección sencilla: "Nunca tires la basura con las llaves en la mano".
Y en que algunos contenedores parecen cajas fuertes.
2 comentarios:
Nunca te vayas a freír un par de huevos mientras piensas en un párrafo que no te sale.
(Final de la historia: un huevo crudo tirado a la basura, cáscara de un huevo tirado a la sartén).
"Nunca prepares una ensalada junto al fregadero, corres el riesgo de aliñarla con fairy". (Final de la historia: tomate rojo de aspecto delicioso que adquiere tono verdoso y acaba en el compostaje.)
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