No quiero pasar por futurólogo, ya es una realidad: el rosco de reyes rompió el marco temporal del día de reyes (6 de enero) y extiende para los españoles su presencia semanas antes y después de la fecha. Hasta no hace unos años, el rosco de reyes era algo que se llevaba a las pastelerías para el 4 o 5 de enero y que los yonquis de la repostería rebuscábamos aún el 7 y el 8.
(Hasta la expresión popular "No comerse un rosco" reafirmaba una carestía que iba mucho más allá del bollo).
"¿Por qué venderlo sólo unos días de enero?", se preguntaría alguien; digamos un laminero, o un demócrata, o quién sabe si un emprendedor admirado por la relación entre el valor de sus ingredientes y el precio desorbitado de venta al público.
Si has aceptado la lógica de lo que vengo contando es porque ya tienes una edad para la comparación y, sobre todo, porque te gusta el rosco o roscón (ya sin "de reyes" en la república rosconera) y no te sobra el dinero. Que nadie se engañe, la privación de rosco durante unos 360 días al año correspondía a las clases bajas y medias, los privilegiados, los de la casta rosconera no tenían problema para encargar (y pagar) roscos cualquier día del año.
El caso es que se extiende en España este fenómeno de alargar lo que era propio de un tiempo o de ofrecer a todos (previo pago) lo que disfrutaban antes con discreción unos privilegiados. Eso ocurre con lo que gusta. Lo he visto en el fútbol, en los coches, en las vacaciones...
En España, desde que descubrieron que vivíamos con los biorritmos del fútbol, tenemos fútbol todo el año y en todas su modalidades imaginables: Liga, Copa, Champions, Mundialito, trofeos de chichinabo, fichajes de invierno y verano, posados de ropa interior, selecciones autonómicas... ¿Queríais fútbol? Descubriréis que el fútbol es laxante.
Habíamos oído que a los americanos (sinécdoque de estadounidenses) les gustaban los coches muy grandes. Fa. Nos gustaban a todos, llevar un coche pequeño es como llevar el calzoncillo de los posados del párrafo anterior (ajustado): vas incómodo y sientes que todo el mundo te mira. La cuestión es que antes faltaba el dinero o el afán por endeudarse para tener uno de esos coches mastodónticos y rugidores. Ahora, si no te compras como mínimo un crossover, eres un mindundi.
¿Y las vacaciones? ¿Acaso a dos o tres generaciones de españoles les entusiasmaba viajar al pueblo de sus padres o abuelos en agosto? (¿Quién entre los mayores de 40 no recuerda una tarde cazando moscas? ¿Quién no las contó?). Hay vacaciones viajeras en Navidad, en la semana blanca, en Semana Santa, en los puentes de... ¿Y quién no sabe el significado de low cost? Quien no ha estado en París o en Nueva York lo lleva con discreción, prefiere que no se sepa. Y sí, mucha crisis, ay, pero tantos han caminado entre los gorilas de las montañas como Sir Richard Attemborough, tantos han buceado en un arrecife de coral, tantos han cumplido con su trekking por el Himalaya...
Cuando una cosa gusta, ya no podemos arrinconarla para el disfrute de tres o cuatro días, o de tres o cuatro privilegiados, queremos tenerla a nuestra disposición en cualquier momento, todos.
Por si no lo habéis visto ya, se venden roscos, y se seguirán vendiendo después del día 6, hasta el empacho final. Mi paladar dice que yo podría resistir a rosco diario hasta las vacaciones de Semana Santa. Al fin al cabo, no tengo coche ni he nadado abrazado a un tiburón ballena, creo que me lo merezco (y con el pedazo de naranja escarchada).
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