Existe el mito de que los hombres hablan de fútbol (deportes), mujeres, motores, videojuegos e, incluso, del tiempo (meteorológico) asociado a máximas y mínimas: calor y frío. En consecuencia, si quieres entrar en la conversación, si quieres captar su atención, ya sabes de qué debes hablar... Un ejemplo elemental y a la vez redundante sería el de la modelo, novia de una estrella del fútbol, que posa ligera de ropa pero, acalorada, suda la gota gorda arrojada sobre el capó ronroneante de un superdeportivo. (No establezcas relaciones entre el ruido del motor y el rock and roll, no preguntes por el videojuego). Sin embargo, a lo que pocos hombres occidentales "míticos" educados en la normalidad pueden resistirse en una conversación es a la poética de la anatomía muscular, al nombre propio de un músculo.
Di "cuádriceps". Di "tríceps". Di "bíceps femoral". (Oh, oh y oh).
Descubrirás el resultado aplicado de los preceptos de Santo Tomás de Aquino. Descubrirás que han inventado símiles para recordar esas palabras, que los han puesto en el orden adecuado, que los han retenido afectuosamente y, sobre todo, que han meditado en ellos con frecuencia. (A menudo frente al espejo).
Así se forja la memoria.
El nombre propio del músculo alerta la escucha masculina (cualidad a menudo abotargada del oído), es como el fuego para las bestias. Añade, como si fuera una especia, un sóleo o un gran dorsal en la conversación. Descubrirás, además, que al hablar de músculos se utilizan términos propios de la intimidad impensables para el fútbol (deportes), las mujeres, los motores, el frío o el calor. (No preguntes por los videojuegos). ¡Oh, trapecios!
1 comentario:
Y a partir de los cuarenta, los ligamentos. ¡Ah, ese cruzado interior!
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