Imagina la clásica escena de los niños que hablan del trabajo de sus padres. Para hacerla más contemporánea, imagina que los niños forman el corro de las patatas y, en vez de hablar, se mandan entre ellos mensajes de whatsapp. Si necesitas caer del ciberespacio al escenario concreto para la conversación, elige, por ejemplo, un lugar de Aragón (España).
-¿Y tu padre en qué trabaja?
-El mío es camarero este verano.
-El mío es auxiliar administrativo.
-El mío está en paro.
-El mío también.
-El mío es vertebrador.
-¿Y eso qué es?
Eso me pregunto yo, y me temo que la respuesta no es fisioterapeuta o quiropráctico cuando leo en Desnivel que el señor José Luis Soro, líder de Vertebración aragonesa (de Territorio, Movilidad y Vivienda), escuchada a una comisión (Asesora de Toponimia de Aragón), pone nombre oficial a los tresmiles aragoneses.
A Adán, a quien acabo de redescubrir como primer vertebrador en el jardín del Edén, también se le concedió un poder semejante en el Paraíso: hala, pon nombre a las cosas. Quizá me digan que la Comisión, como la RAE, limpia, fija y da esplendor... Pero no sé por qué pienso en intereses más pequeños; por ejemplo, en lo que fastidia que una editorial de otra autonomía ponga el nombre a una montaña aragonesa... Porque hacerse con los nombres es empezar a poseer la realidad. Y cuando se le agarra el gustillo, ay, ya no puedes parar. De momento han empezado por lo más alto, para el año que viene, supongo, caerán con la nomenclatura de los invertebrados dosmiles.
1 comentario:
Menos mal que no hemos empezado a subirlos; me veía loco homologando cimas.
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