Con las últimas luces del 6 de diciembre, cientos de buitres leonados sobrevuelan el pueblo de Bigüezal (Navarra). Los cazadores han terminado su jornada y, en una bajera abierta al borde la carretera, pelan y destripan jabalís y corzos. Llenan una carretilla de obra con las entrañas y el extremo de las patas de sus presas, la acarrean a unos cien metros de distancia y arrojan los desechos de la caza por una ladera. Docenas de buitres leonados reciben el alimento con una confianza digna de palomas.
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