La ventaja de recomendar lecturas es que casi nadie seguirá esas recomendaciones.
Qué oportunidad y qué impunidad ante la ocasión de soltar recomendaciones, consejos, sin consecuencias. Porque el recomendado/aconsejado no leerá, porque (si lee) quizá sea discreto o no tenga confianza en su propia lectura. ¿Cinismo? Alguna vez recomendasteis un libro... ¿Volvisteis después a la carga, como recomendadores/aconsejadores, para reclamar esa lectura y sus frutos? Probablemente no, porque se asume que una recomendación de lectura es por lo general un "yaquedaremos", un "siesotellamo", un "dicenquevaallover"; pero más culturoso, oye. Cualquiera comprende, en cambio, que si recomienda una cerveza, una serie, una canción contemporánea... (no un vino blanco y raro, no una serie del siglo XX, no una sonata de Bach) luego enfrentará una opinión ajena. No solo eso, además el recomendador/aconsejador queda facultado para volver sobre el asunto una y otra vez: ¿la has probado ya?, ¿aún no la has visto?, ¿la has escuchado?
Quizá hay quien se resiste a aceptar que la labor de la mayoría de los recomendadores/aconsejadores puros termina justo ahí: en la recomendación, en el consejo. Que les tiene sin cuidado el efecto de sus recomendaciones o consejos en los demás, que les basta darlos (jenerosamente, escribiría J.R.J.) o cobrar por ellos (nunca lo suficiente). Que entienden "seguimiento" como "recuento" (audiencia, followers, ingresos, likes, votos, ventas, visitas, votos...) y "efecto" como beneficio propio; que no se dedican al seguimiento y efecto de sus recomendaciones o consejos. Faltaría más, dirá alguien, para eso están la familia, los amigos, los amores, los maestros anacrónicos...
¿Y cuando no están? Otros ocupan su lugar como recomendadores/aconsejadores puros (irresponsables). Entonces dicen que quieren tu bien parlamentarios, coachings, empleados de los bancos, cantautores comprometidos (¿con qué?), portavoces pandémicos, autores de los zodiacos, hosteleros, meteorólogas de televisión, operadores de telefonía, cocineros graciosos, el youtuber que habla tu idioma... Entonces aparece la publicidad con ínfulas morales (Beefeter, por ejemplo, sí, ponme un gintonic).
¿Y qué estoy a punto de hacer yo? ¡Cielos! La tentación del silencio... La del recomendador/aconsejador impuro.
P.D.: El amigo, de Sigrid Nunez; Correr, de Echenoz; La soledad del corredor de fondo, de Sillitoe.
2 comentarios:
Yo fui un recomendador ilusionado e inocente. Ahora sigo siendo inocente, pero sin expectativa de éxito.
Por ti conocí a Stamm.
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