-Hace cuatro años te dije en clase que ese cuadro lo pintaba mi sobrino de cinco años... -comenta con desparpajo el graduado sentado frente al profesor en el despacho.
-¿Qué cuadro?
-Ese... -señala la lámina colgada en la pared-. ¿Te acuerdas?
-¿Os lo enseñé en clase...? No, no me acordaba... -miente con elegancia el profesor-. ¿Y ya has cambiado de opinión?
-Sí. -El graduado se arellana en el asiento y se concede la pausa dramática antes de continuar-: Ahora tendría que corregirme: mi primo de nueve ya pinta mucho mejor que Miró.
El profesor sonríe satisfecho. Ahí sale otro vivo capaz de reconocer por su nombre un Miró.
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