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Adarra, ladera sur. Fotografía de Pilar. |
El 1 de abril soplaba el viento del norte, habíamos ascendido a Onyo, caminábamos hacia Adarra en ese paraje marcado por el hito del menhir de Eteneta y me sentía a salvo de tábanos (ahí, en verano, he terminado a la carrera más de una vez, acosado por esos tábanos que se beben hasta el cóctel de sangre con repelente de insectos).
Entonces comencé a sentir un tufillo singular en la nariz. El viento del norte traía el olor a podrido desde la papelera de Hernani. No se podía escapar a la carrera.
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