La señora levanta la mirada hacia el reloj/termómetro luminoso de la avenida de Sancho el Fuerte. 18:43, 9ºC. Da un pequeño tirón a una de esas correas con carrete y, tres metros y medio más allá, un yorkshire terrier responde como un muñeco de peluche con uñas, casi parece que caerá al dejarse arrastrar unos centímetros.
La señora lo remolca hacia la calle Iñigo Arista. En un recodo más solitario, ya sin vistas al reloj/termómetro, se dirige a su perro:
"Vamos a cruzar, que aquí no se puede estar".
Silencio. Otro tirón controlado del carrete. El perro está a unos dos metros. Ella baja un poco la voz para decir:
"Vamos, vamos a casa, que ya es hora del confinamiento".
Lo confieso, nunca había escuchado a alguien mentir a un perro. Añado: con premeditación, alevosía y nocturnidad.
Pamplona, Navarra, 23-XI-2020.
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